Nada más atracar en una playa de la isla Guanahaní (actual Bahamas), los españoles fueron recibidos por los nativos taínos. Entablaron una relación muy cordial al principio, intercambiando objetos e impresiones, aunque Colón ya pensaba en esclavizarlos, tal como dejó constancia en su diario el domingo 14 de octubre de 1492: “puédenlos todos llevar a Castilla o tenellos en la misma isla captivos, porque con cincuenta hombres los ternán a todos sojuzgados y los harán hazer lo que quisieren”.
El principal interés de los colonizadores fue el oro y así lo dejó escrito el almirante el sábado 13 de octubre: ”Yo estaba atento y trabajaba de saber si avía oro y vide que algunos de ellos traían un pedaçuelo colgado en un agujero que tienen en la nariz. Y por señas pude entender que yendo al Sur o Bolviendo la isla por el Sur, que estaba allí un rey que tenía grandes vasos de ello, y tenía muy mucho”.
Cabe decir que Colón creyó haber llegado a la India, de ahí que nombrase a los nativos del nuevo mundo “indios” y fruto de esa creencia quiso contactar con el “Gran Kan” de Asia. Del 2 al 6 de noviembre se encontró por primera vez con líderes taínos y comprobó que ninguno conocía al Gran Kan, por lo que desvaloró a dicho clan e incluso planeó el secuestro de un cacique que había llegado a su campamento, aunque no llegó a materializarlo debido a las posibles represalias que pudieran sufrir por parte de los pobladores.
Tras la estancia en Guanahaní, Colón llegó a la isla de Cuba que la bautizó Juana y seguidamente arribó a La Española (actual Haití y República Dominicana) encallando la carabela Santa María el 25 de diciembre, con los restos de la embarcación hizo construir un fuerte llamado Navidad con la ayuda de los aborígenes, dejando una guarnición de 40 hombres.
El 16 de enero de 1493, Colón inició el regreso a España con las dos naves que le quedaban, la Pinta y la Niña, capturando para su viaje a unos cuantos indígenas taínos de las Antillas para mostrarlos a los reyes de Castilla. También hubo episodios de agresiones sexuales antes de emprender la vuelta, tal como relató un hombre de Colón, llamado Michel de Cúneo: “Mientras estaba en la barca, hice cautiva a una hermosísima mujer caribe, que el susodicho Almirante me regaló, y después que la hube llevado a mi camarote, y estando ella desnuda según es su costumbre, sentí deseos de holgar con ella. Quise cumplir mi deseo pero ella no lo consintió y me dio tal trato con sus uñas que hubiera preferido no haber empezado nunca. Pero al ver esto (y para contártelo todo hasta el final), tomé una cuerda y le di de azotes, después de los cuales echó grandes gritos, tales que no hubieras podido creer tus oídos. Finalmente llegamos a estar tan de acuerdo que puedo decirte que parecía haber sido criada en una escuela de putas”.
El 24 de septiembre de 1493 Colón partió de Cádiz rumbo otra vez al Nuevo Mundo. La finalidad del segundo viaje fue el asentamiento de los colonizadores en los territorios descubiertos y encontrar el camino que les llevase a la India y Catay (regiones de la actual China). Arribó a una nueva isla, que el almirante bautizó como La Deseada, después descubrió Puerto Rico y finalmente llegó a La Española, donde encontró el fuerte Navidad destruido. El líder de una de las tribus nativas, Guacaganarix informó a Colón que el cacique de otra tribu, llamado Caonabo había sido el causante de la aniquilación de sus hombres y la destrucción del fuerte.
Colón creó la primera ciudad del Nuevo Mundo llamada ‘La Isabela’, sustituyendo así al ‘Fuerte de La Navidad’, y desde allí envió a Alonso de Ojeda a buscar supevivientes. Alonso se adentró con quince hombres en el territorio de la región de Cibao, dominada por el temido cacique y descubrió minas de oro. En marzo de 1494 el almirante hizo fundar la ‘fortaleza de Santo Tomás’ y nombró a Ojeda alcaide. En cuanto tuvo ocasión Caonabo y sus guerreros atacaron el fuerte pero Alonso de Ojeda y su guarncición les derrotaron. La leyenda cuenta que Ojeda apresó al cacique taíno con unas esposas de oro tras engañarle diciéndole que era una prenda real. El hermano de Caonabo, de nombre Manicatex junto con otros guerreros intentaron rescatarlo pero fueron aniquilados tras una brutal batalla.
Colón envió a Caonabo a España en marzo de 1496, pero el barco en el que viajaba preso se hundió y murió en el accidente.
La empresa colonizadora expansionista española en América, propiamente dicha empezó al finalizar Colón sus viajes y con ella la brutalidad con la que los continuadores del almirante sometieron a los indígenas, principalmente durante el siglo XVI.
El 13 de febrero de 1502 partió una expedición con 30 embarcaciones y un total de 2500 hombres. Su comandante era Nicolás de Ovando que gobernaría y administraría la isla La Española en sustitución del antiguo gobernador Francisco de Bobadilla, fallecido ese mismo año fruto de un accidente naval. Con él viajaría un joven fraile llamado Bartolomé de las Casas autor de diversos escritos en los que denunciaría la brutalidad de la que hacían gala los conquistadores contra los indios, siendo él mismo fiel testigo de algunos hechos.
En la obra del fraile “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” se recogen sucesos que se repitieron en incontadísimas ocasiones durante la colonización en casi todo el territorio americano.
“En la isla Española, que fue la primera donde entraron los cristianos, comenzaron a entender los indios que aquellos hombres no debían de haber venido del cielo; y algunos escondían sus comidas, otros sus mujeres e hijos, otros huíanse a los montes por apartarse de gente de tan dura y terrible conversación. Los cristianos dábanles de bofetadas y puñadas y de palos. Y llegó esto a tanta temeridad y desvergüenza que al mayor rey, señor de toda la isla, un capitán cristiano le violó por fuerza su propia mujer. De aquí comenzaron los indios a buscar maneras para echar los cristianos de sus tierras: pusiéronse en armas, que son harto flacas y de su poca ofensión y resistencia y menos defensa (por lo cual todas sus guerras son poco más que acá juegos de cañas y aun de niños); los cristianos, con sus caballos y espadas y lanzas, comienzan a hacer matanzas y crueldades estrañas en ellos. Entraban en los pueblos, ni dejaban niños ni viejos, ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban y hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría el hombre por medio, o le cortaba la cabeza de un piquete, o le descubría las entrañas. Tomaban las criaturas de las tetas de las madres por las piernas, y daban de cabeza con ellas en las peñas. Otros daban con ellas en ríos por las espaldas, riendo y burlando; otras criaturas metían a espada con las madres juntamente, y todos cuantos delante de sí hallaban. Hacían unas horcas largas y de trece en trece, a honor y reverencia de Nuestro Redemptor y de los doce apóstoles, pegándoles fuego, así los quemaban. Otros, cortábanles ambas manos y dellas llevaban colgando. Comúnmente mataban a los señores y nobles desta manera: que hacían unas parrillas de varas sobre horquetas y atábanlos en ellas y poníanles por debajo fuego manso, para que poco a poco, dando alaridos, en aquellos tormentos, desesperados, se les salían las ánimas”.
Pintura representando las atrocidades españolas cometidas en la conquista de Cuba.
Theodore de Bry (1552)
Fray Bartolomé de las Casas murió en Madrid en 1566 y luchó durante toda su vida por los derechos de los indígenas. Es considerado uno de los fundadores del derecho internacional moderno. Asímismo la “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” constituye el primer informe de derechos humanos de la historia.