Revista Opinión

Brexit or not to brexit

Publicado el 25 febrero 2016 por Polikracia @polikracia

Durante la pasada campaña electoral, David Cameron, primer ministro y líder del Partido Conservador británico, prometió a su electorado un referéndum de permanencia en la Unión Europea. Cameron pretendía de este modo contrarrestar el considerable crecimiento del UKIP (Partido Defensor del abandono de la Unión Europea por el Reino Unido), ofreciendo una jugosa concesión al ala más euroescéptica de su partido, históricamente reacia a la injerencia de la Unión Europea en las cuestiones locales del Reino Unido. Consumada su abrumadora victoria electoral, Cameron no tenía otro remedio: tenía que seguir adelante con el referéndum que estaba planeado inicialmente para el 2017 y que según las ultimas noticias tendrá lugar en junio del 2016.

De forma muy inteligente Cameron nunca desveló su posición respecto al tema. Por un lado, decir su opinión, podría suponerle un problema interno; por otro, no era una buena estrategia negociadora de cara a obtener mejores concesiones de sus socios comunitarios. Hace pocos días una delegación del gobierno británico debatió en Bruselas nuevas condiciones de permanencia del Reino Unido. Si el resto de gobiernos acepta sus peticiones, el Partido Conservador hará campaña en contra de la ruptura. Si no, apoyará la salida. Entre tanto, la Unión Europa y Reino Unido determinarán el futuro de Europa.

¿Qué es lo que pide Cameron para quedarse?

David Cameron no quiere marcharse del proyecto de la Unión Europea, pero quiere obtener una posición interna más favorable y por ello usa la carta de la salida. Quiere profundizar en la excepcionalidad británica. ¿Pero exactamente en qué consisten las reivindicaciones propuestas por el Reino Unido? Según la “El Diario” se pueden dividir en cuatro puntos principales, que el resto de los socios europeos, gobiernos y parlamento han de aceptar:

  • Que los ciudadanos de otros países de la Unión Europea no puedan solicitar prestaciones sociales en el Reino Unido hasta cuatro años después de su llegada al país británico. Una obvia restricción a la inmigración (intracomunitaria) que pondría en clara desventaja competitiva al resto de ciudadanos europeos a la hora de buscar oportunidades laborales en Reino Unido. Es el punto más delicado para Cameron.
  • El reconocimiento de otras monedas en el seno de la Unión Europea, y no sólo del euro como divisa comunitaria, además del reconocimiento expreso de la no obligación de los países no-euro de participar en rescates como el griego o el portugués. Un punto menos conflictivo: de hecho, el Reino Unido no se ha involucrado aún en ningún rescate. Sin embargo, Francia lo interpreta como un salvoconducto para favorecer a la “City de Londres”, y lo observa con suspicacia.
  • Mejorar la estructura burocrática de la Unión Europea y dar mayores facilidades a la libre circulación de capital, bienes y servicios. Al igual que la anterior, es una cláusula que los socios europeos podrían asumir sin demasiados miramientos.
  • Finalmente, Cameron quería evitar de forma expresa el compromiso obligado de todos los socios de la unión a avanzar en la integración política y federal del proyecto europeo. En la actualidad, la vinculación es, según los conservadores, “formal, jurídicamente vinculante e irreversible”, y Cameron aspira a deshacer el nexo y dejar la puerta abierta a futuras negativas británicas a mayores esfuerzos federales e integradores. Es una cuestión de soberanía: Cameron quiere más peso de los parlamentos nacionales y menos de Bruselas.

¿Cuál es el problema de sus exigencias?

Que en Europa se observan como inaceptables en su posición de máximos, y que en el seno del Partido Conservador se juzgan como demasiado blandas. Los tories (conservadores) más radicales, con una importante voz dentro del parlamento británico y sin necesidad de obedecer ciegamente el liderazgo de Cameron, consideran que lo obtenido por el primer ministro en la primera ronda de negociaciones es muy débil en proporción a lo que debería haber conseguido. Cameron ha llegado hasta aquí precisamente por presiones como estas y de alguna forma se encuentra entre la espada y la pared.

Frente a él, Francia y otros socios europeos consideran que las exigencias británicas, especialmente en el campo de inmigración intracomunitaria, representan una amenaza inaceptable para la integridad de la Unión Europea y para sus principios fundamentales (libre circulación de personas). En este campo, de hecho, Cameron ha perdido: sólo ha obtenido un “freno de emergencia” desplegado por las autoridades comunitarias que permitiría a Reino Unido, bajo circunstancias excepcionales y temporales, aplicar la restricción de beneficios sociales a ciudadanos europeos.

Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, ha jugado y está jugando un papel determinante en las negociaciones con el Reino Unido, como ya hiciera a principios de los noventa durante las negociaciones con Dinamarca.

A todo ello, Cameron debe sumar la incertidumbre económica derivada de un Brexit y el escepticismo de Estados Unidos, socio fundamental de Reino Unido, ante su salida de la UE. Obama y su administración no la apoyan.

En un principio el acuerdo alcanzado a principios de febrero parece favorecer un “sí” de Cameron al referéndum, y por tanto una forma de asegurar parcialmente su estancia. Pero el proceso aún no ha terminado, y la incertidumbre sigue dominando el horizonte, ya que los acuerdos obtenidos por Cameron deben presentarse ante el Parlamento Europeo, y no está claro que la cámara dé su visto bueno.

Para ello, Cameron tiene que convencer personalmente a los líderes de las principales fuerzas políticas europeas. El presidente de la cámara, el alemán Martin Schulz, deja claro que los británicos no pueden darlo por hecho.

Tanto la posible salida del Reino Unido de la Unión Europea como la posición que obtendría en el caso de un acuerdo favorable con la Unión Europea rompe el equilibrio de los pactos en Europa y nos trae de vuelta a tiempos pasados….


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