Revista Cine
La semana pasada me quedé un tanto sorprendido al comprobar cómo ninguno de los cinéfilos que extienden su amabilidad a dejar comentario a mis notas hizo referencia a una versión más moderna de la misma novela que sustentaba la película A Quemarropa, la citada The Hunter, y digo versión con toda la intención del mundo ya que deploro el mal uso del refrito (peor todavía "remake") cuando se trata de versiones de una obra escrita anterior, porque entiendo que el refrito tan sólo se puede usar al señalar a una película que se basa en otra anterior que, a su vez, se basa en un guión original, es decir, que carece de fuente literaria previa.
La sorpresa mía será más entendible si concreto mediante el dato constatable de la existencia de una película estrenada en 1999 bajo el título de Payback protagonizada por el siempre famoso Mel Gibson, entonces en la cresta de la ola cinematográfica más popular.
La película, dirigida por Brian Helgeland representa su primera incursión como director en el cine, aunque tenía una experiencia en la televisión, pero por otro lado acababa de conseguir un Oscar por su trabajo como co-guionista en L.A. Confidential cuando consiguió que le dejaran dirigir el guión que él mismo había escrito basándose en la célebre novela de Donald E. Westlake.
Resulta curioso que tanto la versión de 1967 como la de 1999 hayan sido, ambas, la ópera prima de su director: aunque aquí se acaban las coincidencias y las semejanzas, porque esta versión más moderna carece de la fuerza de la anterior, tanto por su planteamiento como por la potencia de su protagonista, aunque tampoco diría que se trata de una mala película, sin que llegue a sobresalir de la medianía de su época, finales del siglo pasado.
Pero más curioso es que como resultado de mis desvelos por informarme preparando la reseña de la semana pasada, descubriera que hace tan sólo cuatro años, en 2006, apareciera en el mercado un dvd "Edición especial" con la versión de 1999 y aportando una nueva versión, titulada Payback: Straight Up - The Director's Cut.
Recuerdo que Payback la vi en el cine en 1999, pero la posibilidad de contentar el gusanillo cinéfilo que empezó a roerme por dentro no la pude satisfacer hasta hace unos pocos días y ha valido la pena por varios motivos:
Primero, porque repasar en apenas quince días la versión de 1967, luego la de 1999 y al fin la de 2006, por su orden cronológico de estreno, es una gozada cinéfila que consiste primordialmente en comprobar el distinto enfoque de una misma historia.
Segundo, porque la forzosa comparación entre la película de 1999 y la de 2006 carece de la falta de congruencia que podemos alegar en la comparativa entre la de 1967 y la de 1999 (ó 2006) porque todos sus elementos son distintos, ya que ambas películas separadas en su presentación por tan sólo siete años, se basan en el mismo guión y han sido dirigidas por el mismo director.
¿Seguro?
No.
Eso es cierto sólo a medias. Porque la realidad es que en 1999 Brian Helgeland fue despachado por los productores con la colaboración de la estrella Mel Gibson que al ver el copión se quedaron absolutamente anonadados al contemplar en los primeros minutos del metraje cómo el personaje encarnado por Mel Gibson, el hampón aquí llamado Porter, le pegaba una buena paliza a su ex-mujer; el hecho que en esta versión es la mujer la que le pega a Porter dos tiros en la espalda no se consideró justificativo del atropello.
Así que Gibson y los productores encargaron a Terry Hayes la confección de nuevas líneas argumentales y diálogos y recabaron la intervención de John Myhre, que no es director de cine, si no director artístico, para que rodara las nuevas escenas ideadas por Hayes evidentemente inspirado por Mel Gibson ya bastante narcisista a estas alturas, incorporando una voz en off y la inexistente secuencia de tortura del protagonista para complacer determinados aspectos de mercadotecnia que acabarían modificando la identificación del hampón ideado por Richard Stark.
Supongo que la posibilidad de ganar más dinero fue la que al cabo de siete años promovió el reencuentro de Brian Helgeland con la productora y se le permitió recoger los trozos desechados -no todos, al parecer- y montar con Kevin Stitt (montador de ambas versiones) la que es de hecho la original, la obra fruto del talento -poco o mucho- del director.
Y he de decir que, sin ser tampoco una gran película, la que pertenece enteramente a Brian Helgeland me parece mucho mejor que la que se acabó rodando a trompicones y se estrenó en los cines.
Helgeland cuenta lo mismo con casi quince minutos menos y la violencia del relato es más seca y efectiva y, aunque sigue teniendo algún que otro fallo, la resolución, muy distinta, es más apropiada a la aventura del tipo protagonista que ya conocemos.
Si serán distintas ambas versiones que incluso, como habrán visto, en IMDB tienen fichas por separado y aunque su calidad intrínseca no sea tampoco notable en mi opinión bien merece la pena dar un vistazo al conjunto pues del repasito se podrán extraer conclusiones jugosas que indudablemente encabezaría con la confirmación que el director es el máximo responsable de una película y hay que dejarle que mande, porque suele ser el que tiene la mejor visión de conjunto.
Aunque sea un primerizo, como en este caso.
Deberían tomar buena nota esos productores de pacotilla y esas estrellas efímeras, fugaces, fruto más de la fama que del talento y el trabajo.