Hoy, al igual que cada mañana, he tenido que leer los principales medios escritos nacionales y andaluces, por trabajo, nada de placer, entre ellos el ABC de Sevilla. Como suelo hacer cada vez que leo este periódico, me he detenido ante el artículo de opinión de Antonio Burgos. Normalmente los escritos de este periodista suelen causarme dolor de barriga y estupor, pero hoy no ha sido el caso.
Bajo el título 'Espadas comienza a Zoidear', el periodista realiza un repaso por la situación política de la capital andaluza, Sevilla, tras las pasadas elecciones del 22-M. Lejos de estar más o menos de acuerdo con la visión de Burgos, su columna me ha sido de gran ayuda.
Tras la noche electoral de hace un par de domingo quedé traumatizado y asustado. Ante el hecho de que el mapa político local y autonómico español se tiñese de azul me surgieron una gran cantidad de preguntas sin respuestas, destacando especialmente tres de ellas:
- ¿Porqué un partido cuyo principal candidato está implicado en el caso de corrupción más grande de los últimos años revalida y amplia su mayoría absoluta en la Comunidad Valenciana?
- ¿Porqué un partido sin propuestas consigue la alcaldía de casi la totalidad de las capitales del país tras una gestión brillante como la que el PSOE e IU llevaron a cabo en Sevilla?
- ¿Porqué una alcaldesa como Teófila Martínez, con una visión de las cosas como la suya, revalida elección tras elección una mayoría absoluta cada vez más amplia?
La primera pregunta es muy complicada de explicar, imposible diría yo, con razones lógicas y coherentes, pero Burgos ha tenido hoy la capacidad de responderme a las dos segundas en apenas unas frases.
En su artículo refleja una situación, no se si inventada o vivida, que tiene como protagonistas a Teo (Teófila Martínez), alcaldesa de Cádiz y una vecina del gaditano barrio de la Viña que paso a transcribir:
Lo he visto con estos ojos de contemplar puestas de sol en La Caleta. Con sus zapatones, su bolsazo fláccido y su fulard, va Teófila pateándose Cádiz cada día, y en La Viña, por ejemplo, la para una maría. Que le da dos besos y le dice:
—Teo, chocho: ¿ves esa farola que hay ahí, la que está porsima de la ventana del partidito de mi vecina Carmeluchi? Pues hace lo menos una semana que tiene la bombilla fundida...
Y Teo va, y saca del bolso una libreta y un boli, y lo apunta. Y esa misma tarde la vecina de Carmeluchi ve con sastisfacción que viene un tío del Ayuntamiento con una escalera y se pone a arreglar la farola. Que a la noche reluce más que el faro de San Sebastián. Y cómo presume esa maría contándoselo a todas las vecindonas:
—Es que en el hueco de la mañana pasó ayer por aquí la Teo, y voy y le digo: Teo, a ver si nos arreglas la farola, chocho... Y como la Teo me hace siempre tanto caso a mí...
Esta es la razón. Los políticos populares se han puesto el disfraz de buena gente. Han conseguido ganarse a los ciudadanos de sus localidades con grandes promesas que no cumplirán y pequeñas promesas sin un valor para el avance real de la ciudad cumplidas de forma inmediata. La vecina de Carmeluchi, trabajadora y seguramente otrora socialista, es la que ha dado la victoria al partido político heredero del franquismo porque dos días después de pedir a su alcaldesa que le arregle la luz, esta lo ha hecho.
Sevilla es un caso similar. Juan Ignacio Zoido, alcalde electo, se ha pasado ocho años, los que ha estado en la oposición, prometiendo este tipo de pequeños asuntos, que seguró que cumplirá nada más tomar el bastón de mando el próximo 11 de junio. Eso sí, todo esto después de quitar a Pilar Bardem, actriz sevillana, la calle que lleva su nombre y de eleminar del centro de Sevilla cualquier vestigio de modernidad gastando 400.000 euros en quitar de calles y plazas el mobiliario urbano que hace poco colocó el PSOE.
Lo único que me tranquiliza antes el azul futuro que nos espera (azul tirando a negro) es la certeza de que aunque se vistan de ángeles, los políticos de derecha acaban sacando los cuernos y el rabo en algún momento. España volverá a ser roja. Es cuestión de paciencia.