Revista Cine

Brilliant Brain Company (1) (Sherlock)

Publicado el 02 mayo 2011 por Josep2010

Han sido no pocas las ocasiones en que me he manifestado abúlico cuando menos respecto a la televisión y en otras tantas habré recibido consejos de dirigir la mirada a ciertas series televisivas en las que mis corresponsales aseguraban hallar fecunda y placentera labor de los guionistas formulando tramas del mayor interés.
Siguiendo pues los buenos consejos hace un tiempo decidí que quizás dedicar algunas horas de asueto a visionar alguna que otra serie moderna aliviaría el hastío que producen algunas sesiones cinéfilas y dado que mi experiencia previa con la británica BBC casi siempre ha sido enriquecedora acudí a sus fuentes para averiguar qué se estaba cociendo en la que para mí es la número uno en cuanto a producir televisión se refiere.
Buscando documentación después de haber padecido la estúpida versión que Guy Ritchie hizo del mitológico Sherlock Holmes, llegué a saber que la BBC había producido una nueva serie del personaje y me dije: peor no podrá ser y puede que me quite el mal sabor.
Los británicos, con su flema y todo, tienen una ventaja: ayer mismo escuchaba en la radio que en estas fechas en los teatros londinenses se están representando, a un tiempo, seis versiones distintas de Hamlet.
Pero en todas, el texto es el mismo.
Ritchie además de tontorrón iletrado se coloca a sí mismo en fuera de juego.
Luego llegan Mark Gatiss y Steven Moffat y reinventan el personaje demostrando que con un poco más de cerebro sí es posible presentar una nueva versión distinta e interesante a la par que muy respetuosa con el original y la BBC presenta en 2010 Sherlock
Brilliant Brain Company (1) (Sherlock)
Estos dos guionistas exprimen los personajes ideados por Arthur Conan Doyle y basándose muy libremente en las aventuras de Sherlock Holmes que algunos hemos leído (tu no, Ritchie, tu no) consiguen trasladar el espíritu del mito al siglo XXI y lo hacen con un talento fuera de toda duda; la naturalidad de la trasposición de todos los elementos archiconocidos no chirría en ningún momento porque la lógica impera y planea sobre todas las acciones de las tramas presentadas.
La ventaja de Moffat y Gatiss es que además de inteligentes han trabajado a fondo y se han documentado: iba a escribir minuciosamente, pero quizás todo es mucho más simple: quizás es que han leído bastante de lo escrito acerca de Holmes y han visto algunas buenas películas.
Así, detalles como la incertidumbre relativa a los intereses sexuales de Holmes sirven para algún chiste rápido sin importancia en un mundo en el que la cuestión carece de relevancia aunque el propio Holmes ataja las dudas de su nuevo amigo Watson asegurando que se siente casado con su trabajo en una declaración que apunta al fanatismo por lo que no dudará en llamar "el juego", lo que sería su motivación vital. Que, chuscamente, procede a paliar de forma muy políticamente correcta (la ironía británica no pierde ocasión de aparecer) mediante varios parches de nicotina cuando la abulia por la falta de acción se presenta.
La decisión de los guionistas de modernizar los personajes es un acierto total porque les hace mucho más cercanos al espectador de este tiempo haya leído o no las aventuras de Sherlock Holmes con anterioridad y al llevar a cabo esa actualización sin miedo Moffat y Gatiss aplican los beneficios de la ciencia moderna rigurosamente como era de esperar: nadie en su sano juicio creería a un Holmes de este siglo que no estuviera al tanto de todos los avances tecnológicos y evidentemente si el Holmes de toda la vida pasaba horas y horas estudiando, por ejemplo, las cenizas de los cigarros para identificar su origen, nadie puede sorprenderse si el nuevo Holmes es un manipulador experto del microscopio electrónico y además domina perfectamente un ordenador o un teléfono móvil con acceso a internet del que extraerá datos precisos y útiles a sus fines.
Este nuevo Holmes se mueve en el mundo actual con presteza pero sigue siendo su capacidad de observación y de deducción la que le convierte en un asesor extraordinario para la policía del Londres moderno: de hecho, nada más ha cambiado: los asesinos siguen existiendo y los robos inexplicables también.
Los personajes ya conocidos tienen nuevas caras acordes con los tiempos pero, y ahí está la grandeza de los guionistas, su psicología apenas ha cambiado: Sherlock Holmes (Benedict Cumberbatch) es un treintañero de conocimientos enciclopédicos que se pirra por deshacer un problema lógico pero es capaz de actuar físicamente con fuerza si es preciso; su nuevo compañero de piso, el Dr. John Watson (Martin Freeman) es otro treintañero veterano retirado de una guerra que en acertada definición de Mycroft Holmes (Mark Gatiss además de escribir el guión se reserva interpretar al hermano listo de Holmes) siente adicción a la acción y padece por su falta en la sociedad civil e incluso aparecen los personajes del Inspector Lestrade y la Sra. Hudson, la casera de ambos protagonistas.
Todos ellos coinciden absolutamente con los creados por Conan Doyle y son verosímiles: uno podría encontrarse gentes así en este tiempo y por ello su credibilidad, su autenticidad, están fuera de toda duda. Y como consecuencia la empatía con el espectador fluye sin obstáculo.
El elenco realiza como ya es costumbre en la BBC un trabajo magnífico: uno, que ha visto la serie en versión original, no puede menos que preguntarse de dónde caramba sacarán esos británicos esos actores jóvenes con esas voces y esa forma de declamar tan estupenda.
Del teatro, claro: era una pregunta retórica; allí, primero hacen teatro, luego televisión, y después puede que se hagan populares y famosos. (No, por nada)
La forma de presentar las tramas es acorde a los tiempos y los modos cinematográficos de la serie se valen de los adelantos informáticos con presteza y austeridad: insertos sobreimpresos nos informan de lo que ve Holmes rehuyendo la fácil trampa de la ocultación de datos y no por ello se resiente el interés de la historia. La BBC ha tenido el enorme valor de presentar la serie en tan sólo tres episodios de hora y media cada uno, es decir, tres largometrajes.
Ello es un punto a favor de la BBC que, asombrosamente, consigue mantener el interés de cada uno de los tres episodios de principio a fin.
En lo que falla estrepitosamente la BBC es en presentar únicamente tres episodios, porque a uno le queda un hambre de más inaguantable.
Claro que mantener ese nivel de calidad no debe ser fácil ni siquiera para la BBC. Parece ser que pasado este verano se emitirán algunos episodios más.
En definitiva, una serie que resulta imprescindible para el cinéfilo deseoso de pasar un rato agradable con una trama moderna bien interpretada, bien filmada y muy bien escrita; para el aficionado a Sherlock Holmes, una oportunidad inédita de comprobar que el mito sigue vigente y actualizado; y para todos, una demostración que el talento aplicado a los clásicos no tiene nada que temer.


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