Revista Cultura y Ocio
Las estrellas se me antojaban muy lejos y zarandeé el cielo. Cayeron como hojas de otoño. Nunca tuve ninguna duda, sabía que acabaría mal. No necesitaba una razón. -¡Niño!, ¿qué hiciste?- Me riñeron, no podía ser de otra forma. -¡Bárrelas!,- me ordenaron.-No están tan lejos- susurré. Su no contestación caníbal devoró mi respuesta.Las barrí sin que me dieran escoba, metiéndolas bajo la alfombra. No necesitaba para ello una razón. - Las estrellas están muy lejos, pertenecen al cielo, son intocables, sus puntas pican y son inaccesibles-me sugestionaban. Esa era su razón. Bajo este cielo, viven invidentes, que rezan por el mal-pensé- Saben mi nombre, pero yo no sé el mío. Les adelanto para abrirles el camino. Metí las estrellas bajo la alfombra, sabía que todo acabaría mal. Y ahora tengo mi razón. Quiero oler y masturbar mi interior. Regalar lo que siento. Estar fuera de control. ¡Quiero hacerles ver!Texto: Francisco Concepción Álvarez