Revista Cine
Directora: Martin Koolhoven
De verdad no tenía mayor interés en ver "Brimstone", pero decidí concederle el beneficio de la duda. Más de alguno se habrá visto conquistado por su "atmósfera ceniza" (hay que ser muy cool para usar como adjetivo palabras que no lo son ni en su principal ni primera o segunda e incluso tercera acepción), pero oye, acá te tengo un adjetivo de verdad: plomiza.
En realidad "Brimstone" tiene poco de western, más allá del contexto, y tiene más de estilizado thriller de venganza con, según los entendidos, ecos de terror (¿será porque hay personajes que mueren de forma "grotesca"?, ¿será porque la película es "sangrienta" y "gore"?, ¿será porque el personaje de Guy Pearce actúa poco menos que como un asesino en serie slasher cuasi entidad sobrenatural?, ¿será por su impúdica puesta en escena "escabrosa" y "sórdida"?). En realidad, "Brimstone" no es más que un ejercicio tan inocuo como plano, rotundamente unidimensional e iterativo. No sé si pretende ser una brutal descripción de la violencia y la locura humanas, así como también de lo poderoso de la voluntad y la fuerza del amor, pero, sean cuales sean las intenciones de Martin Koolhoven (guionista y director), el resultado final se queda en un sobrecargado y excesivo (además de alargado: casi dos horas y media), y sobre todo gratuito, revoltijo de actos violentos, odios irracionales y mentes despedazadas por el fanatismo clerical, todo lo cual podrá parecer deslumbrante o sobrecogedor/visceral para algunos, si bien, ante un ojo menos impresionable y más crítico, queda claro como el agua que "Brimstone" es, a pesar de sus extremas solemnidad y seriedad, un artefacto sin contenido ni sustancia. ¿Su atmósfera ceniza? Meh, mucho ruido y pocas nueces. (Eso sí, no hay que negar que la fotografía está muy bien lograda... pero de ahí a que esté dotada de una intención de fondo, de una visión del mundo...).
Sólo para que lo sepan, "Brimstone" trata sobre una mujer muda (Dakota Fanning) que vive de los más tranquila en un pueblito que la respeta y aprecia, hasta que todo se va al diablo cuando llega un reverendo bastante siniestro y diabólico (Guy Pearce), quien, por alguna razón, hará lo imposible para arruinarle la vida. El relato se divide en cuatro episodios, partiendo por la premisa argumental que les acabo de dar, para continuar adentrándose en los orígenes de tan injusta contienda (si bien el cuarto episodio sirve para concluir lo interrumpido en el primero), casi como si fuese una historia que empieza por el final y termina por el principio. Esta decisión es bastante cuestionable y de resultados más que dudosos porque, sin importar los motivos que el loco de Pearce pueda tener para ser tan condenadamente malvado (otro malvado por las puras... ¿el Kevin de "We Need to Talk About Kevin" será descendencia suya? ...claramente no), el conflicto, dramáticamente hablando, no se potencia ni enriquece ni profundiza; antes al contrario, permanece igual: un villano hijo de puta que quiere destruir la vida de una mujer que tendrá que defenderse en algún momento. Y aunque queda claro que estos dos episodios intermedios buscan pintar un cuadro de costumbres de la época, poniendo énfasis en el trato que se le daba a la mujer (la injusticia a la que se ven sometidas las prostitutas, lo mismo con las esposas e hijas de los fanáticos religiosos recién llegados de Europa), Koolhoven carece del poder narrativo y la agudeza discursiva de, por ejemplo (y para mencionar algo recientemente visto), Jane Campion y su "Top of the Lake", mucho menos desaforada y tajante pero, en contraste, mucho más potente, compleja/profunda y sobrecogedora. A Koolhoven le sobran enunciados morales (algo que cualquiera puede hacer) y le falta narrativa, le falta construcción cinematográfica y discursiva, le falta tratamiento de personajes y espacios humanos (sólo comparen los personajes masculinos y femeninos de ambos trabajos y se darán cuenta de lo que digo). Por lo demás, llega a resultar inverosímil tanto asesinato y tanta crueldad por parte de Pearce, y como la película consta básicamente de este reverendo haciendo cosas malas cada cinco minutos, ustedes sabrán comprender el hartazgo y la desidia (no pesadumbre ni desasosiego) que el relato puede llegar a causar. En resumidas cuentas, Koolhoven divide el relato no para estudiar personajes y explorar en los sinuosos terrenos de la moral humana, sino que para ofrecer una mirada pobre y mediocre de una realidad que no necesita exposiciones superficiales y complacientes. ¿El argumento? Un simple caudal de causalidades tan intercambiables como archirrepetidas.
Ni contundente ni tremebunda, "Brimstone" es un farragoso intento de Koolhoven por conquistar a la crítica y epatar al público, un quiero y no puedo que acaba siendo insulso, insípido e inútil. El director parece que era el niño mimado del cine y la televisión allá en los Países Bajos, en donde dominó la taquilla hasta el 2008, año en que estrena su última película, luego de lo cual no sé si se toma un descanso o si de verdad se demoró ocho años en hacer "Brimstone", pero en fin, aquí tienen el resultado. Imagino que no le fue tan bien como esperaba. Merecido se lo tiene.