Si nos ponemos a pensar, en este mundo globalizado, todos los países destacan por algo. Japón es el amo de la tecnología. Papúa-Nueva Guinea es el país con un mayor de lenguas en su territorio. Hasta nuestro país lidera distintos ránkings de los cuales no todos nos enorgullecemos. Si nos centramos en la música, aunque la hallemos en todo el mundo, esta siempre ha sido feudo de dos países: Estados Unidos y Reino Unido. Ambas potencias de las notas han mandado con autoridad sobre las listas de éxitos y los medios musicales, pero también han ido intercambiando estilos, ritmos y modas, todo bajo la eterna de pregunta de cual de los 2 países ha generado mejores músicos. Esta competitividad hizo que los británicos sintieran envidia del variopinto mapa de premios que se gastaban sus colegas transatlánticos. Así nacieron en 1977 los Brit Awards, los galardones a la música inglesa.
Cada año que pasa los Brits (llamados así por el público general) se acercan más a convertirse en el evento musical del año. Y es que frente a unos AMA que se centran únicamente en el espectáculo y unos Grammy cada vez más desprestigiados, los premios británicos ofrecen algo que los otros parecen haber olvidado: calidad. Todos pueden tener a Katy Perry desafinando en el escenario, pero por suerte, no todos la alaban por ello.