Hace ya 500 años que Cristóbal Colón descubrió la piña (Ananas comosus), cuando la cambió por piezas de fantasía a los indios de la isla Guadalupe. Los isleños bebían jugo de piña como una ayuda a la digestión y como cura para el dolor de estómago, en especial después de una comida copiosa; mientras que las mujeres lo usaban como agente de limpieza para mejorar la textura de su piel y los guerreros trataban las heridas con la pulpa del fruto para ayudar a la cicatrización.
En la actualidad, los bioquímicos dedicados a la extracción de compuestos de origen vegetal han encontrado una explicación para estos variados usos: la planta de la piña es una rica fuente de bromelina, una enzima que ayuda a la digestión dado que puede hidrolizar grandes moléculas proteicas a pequeños péptidos y aminoácidos.
La aplicación más común de la bromelina es en el tratamiento de la inflamación y las lesiones de tejidos blandos. Se ha demostrado que acelera la curación de magulladuras y hematomas. El tratamiento con bromelina tras lesiones en el sistema musculoesquelético resulta en una notable reducción de la inflamación, dolor en reposo y durante el movimiento, y el dolor a la palpación. La administración prequirúrgica de bromelina puede reducir el total del número de días necesarios para la completa desaparición del dolor y la inflamación.
La bromelina puede también resultar beneficiosa como ayuda digestiva, ayuda a la digestión de cualquier proteína parcialmente digerida que se halle en el intestino, reduciendo de esa manera las reacciones alérgicas alimentarias.