El actor y director galo Olivier Marchal es conocido en España por su faceta interpretativa en comedias como “Un verano en Ibiza” o la recomendable “No se lo digas a nadie”, película que en 2007 obtuvo cuatro premios César de la Academia del Cine Francés. Su labor detrás de la cámara, sin embargo, resulta más desconocida y de menor repercusión. Como realizador se ha especializado en ese género de acción vinculado a las mafias y los cuerpos policiales. Largometrajes como “Gangsters” (2002) y “Asuntos pendientes” (2004) son buena prueba de ello. Ahora estrena en Netflix “Bronx” (cuyo título original es “Rogue City”), otra cinta de policías, corrupción y delincuencia rodada con corrección, pero que termina por caer en la reiteración y la redundancia.
En sus casi dos horas de duración utiliza todas las herramientas clásicas del género -persecuciones, violencia, oscuridad y bajos instintos-, suficientes para captar el interés durante un tiempo de la proyección pero que, a medida que avanza el film, lo configuran como un mero entretenimiento repetitivo y sin sustancia, confuso y con un desarrollo irregular. Los personajes no están bien perfilados (probablemente porque ni se consideran importantes ni se les ha dedicado el tiempo necesario para su evolución en el guion) y la trama resulta plana y lineal (a buen seguro por el mismo motivo). Se han centrado todos los esfuerzos en la recreación visual, la aparatosidad de algunas secuencias y la intensidad asociada a estas historias de policías y ladrones donde ambos perfiles se confunden.
“Bronx” narra las peripecias de fuerzas del orden y criminales en Marsella, ciudad muy acostumbrada a brindar escenarios a mafias, contrabando y crimen. Allí existe una unidad formada por duros y correosos agentes especializados en la lucha contra las bandas organizadas. En una investigación relacionada con el tráfico de drogas la deriva comienza a descontrolarse y las personas en quienes confiar desaparecen, mezclándose ambos lados, supuestamente separados por la línea de la ley.
Para hacer avanzar el proyecto Marchal recurre a la violencia, consiguiendo recrear el sórdido y peligroso mundo de los barrios marginales y logrando con ello conectar con el formato más básico del entretenimiento. No obstante, mantiene el interés sólo a medias y cualquiera que busque algo más que un simple “tira y afloja” entre buenos y malos se sentirá decepcionado. Se cuentan por centenares los títulos sobre este tema así que, de no ofrecer alguna aportación innovadora, original o artísticamente relevante, la sensación de estar viendo más de lo mismo se torna inevitable.
Sobresale dentro del elenco Jean Reno, uno de los intérpretes más internacionales del país vecino. Nacido en Marruecos y de ascendencia española, posee una filmografía muy interesante en la que destacan un puñado de obras imprescindibles, varias de ellas bajo la batuta de Luc Besson -“El gran azul”, “Nikita: dura de matar”, “Leon: el profesional”-. Su salto a la industria norteamericana le llevó a participar en la saga “Misión imposible” y a actuar junto a Robert de Niro en “Ronin” y, aunque se trata de un buen actor, aquí asume un papel sin posibilidades para el lucimiento.
Sus compañeros son bastante desconocidos para el gran público, aunque cabe citar entre ellos a Stanislas Merhar -que intervino en “La carta” de Manuel de Oliveira, premiada en 1999 en el Festival de Cannes- y a David Belle -que participó en “Colombiana”, protagonizada por Zoe Saldana-.