Revista Cultura y Ocio

Brother Louie

Por Julio Alejandre @JAC_alejandre

Reme se observa en el ruinoso espejo de la peluquería: camiseta escasa, maquillaje pesado, mechones enredados y rebeldes que lleva teñidos de un rubio pajizo. Junto a la base del espejo hay una barra pintalabios que destapa y se aplica, inclinándose hacia delante, para verse mejor. Se retoca con un dedo y se limpia en un trozo de papel higiénico. Se recuesta sobre el atiborrado tocador, descuelga el bolso amplio y rebusca en él hasta dar con la cajetilla de Ducados. Mete los dedos en el ajustado bolsillo del pantalón para sacar el encendedor, rojo, logotipo del PCE, y prende el cigarro.

Mientras fuma se mueve por el reducido local, cortando el aire estancado y sólido que se cierra tras ella sin circular. Muebles de escombrera, náufragos de contenedor, amenazan con comerse el espacio libre. En sus estantes y repisas, atiborrados de productos, reina un caos irreversible. Hay una radio sobre un pequeño anaquel donde los tintes se mezclan con una pila de casetes. La enciende y sintoniza una emisora. Suena la voz casi femenina de Modern Talking, que habla de corazones rotos y Reme echa el humo hacia el techo lleno de desconchones y manchas de humedad y se pone a tararear la canción, tan, tan, tan, tararán, (only love / breaks her heart / brother Louie, Louie, Louie), mientras marca el ritmo con la mano.

La tarde se ha vuelto oscura más allá de la abierta ventana. Se oye un trueno muy cercano y una red de delgados relámpagos que recorren las nubes culebrean entre ellas sin caer a la tierra. Durante unos momentos parece que se va a arrancar a llover con fuerza. Reme se asoma y una flama pegajosa le lame la cara. Fuera empiezan a caer unos goterones ralos que se estampan sobre el alféizar y salpican diminutos proyectiles acuosos en todas direcciones. La mujer cierra de golpe la ventana para que no siga mojándose el sofá remendado y forrado de plástico donde sus clientas esperan el turno. Pero ha sido una ilusión que dura dos minutos y rápidamente mengua y se desvanece. Sólo queda una sensación de sofoco mucho mayor y un olor rancio a humo de tabaco.

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