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Bruce Chatwin. Bajo el sol

Publicado el 27 diciembre 2012 por Santosdominguez @LecturaLectores
Bruce Chatwin. Bajo el sol
Bruce Chatwin.Bajo el sol. Las cartas de Bruce Chatwin.Selección y edición de Elizabeth Chatwin y Nicholas Shakespeare.Traducción de Ismael Attrache y Carlos Mayor.Sexto Piso. Barcelona, 2012.
Sexto Piso publica en Bajo el sol un amplio conjunto de cartas de Bruce Chatwin seleccionado y editado por la viuda del escritor, Elizabeth Chatwin, y por su biógrafo Nicholas Shakespeare.
Organizado en doce capítulos precedidos de espléndidas introducciones y de comentarios que construyen el marco argumental que las sitúa en su contexto vital, el conjunto traza la autobiografía epistolar -menos lineal y sistemática que las biografías convencionales, pero a cambio mucho más directa- de un escritor irrepetible y enigmático que murió poco después de haber encontrado su voz propia, cuando "Bruce apenas había empezado. Tan sólo vimos el primer acto", como explicó su amigo Salman Rushdie.
Desde una carta escrita a sus padres con menos de ocho años desde el colegio donde pasaba su primer domingo interno y en la que explicaba con orgullo que era el segundo de la clase, hasta la carta final, de finales de 1988, apenas dos semanas antes de su muerte, dirigida a Nicholas Shakespeare desde un castillo del sur de Francia donde pasó sus últimos meses de vida, la abundante correspondencia de Chatwin que conservan sus destinatarios es el testimonio de una vida nómada que le llevó a la Patagonia, Afganistán, Suecia, Sudán, Australia o China, y de una personalidad compleja, inquieta y vagabunda.
Es el Chatwin en tránsito constante de ida y vuelta, el yoyó Chatwin, según se define a sí mismo en una carta enviada a George Ortiz desde Praga el 7 agosto de 1987.
Bajo el sol. Así estaba Chatwin entre julio y octubre de 1978 en Ronda, en una casa sin electricidad, el cenador de un  antiguo convento. Y desde allí lamenta el bochorno que le agota y le impide escribir como quisiera -Me aso. Tengo más calor aquí que en Benarés-, evoca a una fantástica reinona pelirroja que regenta un bar de tapas y sufre el rigor sahariano del viento de levante.
Controvertido y sorprendente, Chatwin es autor de “una obra literaria que asombra por su capacidad de innovación”, como señala en su introducción Nicholas Shakespeare, que empezó a trabajar con las cartas de Chatwin cuando redactó su biografía y que ha culminado con este volumen una labor de recopilación que se ha prolongado durante dos décadas.
Sebald lo definió como una personalidad enigmática que escribió libros inclasificables, como un torbellino en constante transformación en el que convivían personalidades contradictorias.
Obsesivo, inestable y problemático, se construyó un personaje como máscara para proteger las zonas más frágiles de su personalidad y por eso en estas cartas, como explica el editor, un Chatwin más vulnerable que su personaje literario “revela mucho más de él de lo que estaba dispuesto a mostrar en sus libros.”
Seguramente si Chatwin hubiera escrito su autobiografía, el resultado se parecería mucho a la imagen que ofrecen estas cartas que tienen como destinatarios a sus padres, su mujer, a expertos en arte, a cineastas como  James Ivory o a escritores amigos como Gerald Brenan, Susan Sontag o Paul Theroux.
En muchas de estas cartas, la capacidad descriptiva de Bruce Chatwin y su mirada plástica iluminan el paisaje -Mauritania, nada excepto hombres azules caminado a través de paisajes naranjas y púrpuras- o lo resume con trazo rápido -Botsuana: calor, polvo y arañas.
O brilla su ironía cuando recuerda a un experto en poesía griega que tiene una mujer que habla sin parar del número áureo en el arte griego.
Santos Domínguez

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