Revista Cultura y Ocio

Brújulas que buscan sonrisas perdidas, de Albert Espinosa

Publicado el 03 abril 2013 por Xula

Brújulas que buscan sonrisas perdidas, de Albert EspinosaBrújulas que buscan sonrisas perdidasAlbert EspinosaISBN:   9788425349126Formato: Rustica con solapas– 240 PágsEditorial: Grijalbo
Argumento
Nunca dejaré de buscar mi archipiélago de sinceridad... ¿Quieres formar parte de él? «Jamás nos mentiremos... Escúchame bien, eso implica algo más que ser sincero... En este mundo mucha gente es falsa... Las mentiras te rodean... Saber que existe un archipiélago de personas que siempre te dirán la verdad vale mucho... Quiero que formes parte de mi archipiélago de sinceridad...» «Saber que puedes confiar en la otra persona, que nunca te mentirá, que siempre te dirá la verdad cuando selo pidas, no tiene precio... Te hace sentir fuerte, muy poderoso...» «Y es que la verdad mueve mundos... La verdad te hace sentir feliz... La verdad creo que es lo único que importa...»
Estructura, ambientación y estilo narrativo
La novela se estructura en XX capítulos de corta extensión. Cada uno de ellos viene introducido por la numeración y un titulo que indica en cierto modo lo que va a pasar en él. Esta introducción se encuentra en página independiente.
La historia se ambienta en un lugar indefinido, sin nombre. Por las descripciones se intuye que es un pueblo no muy grande, pero sin muchos más datos ya que los recuerdos y los diálogos tiene un papel más importante en el texto que las cosas concretas. En ocasiones no sigue una línea temporal recta, sino que va volviendo en flashbacks a los recuerdos de infancia para que el lector resuelva el puzle de su vida.
La narración está hecha en primera persona por el protagonista. El estilo es diferente e intimista, usando puntos suspensivos de forma indiscriminada, pero que resulta muy fluido a la lectura, de forma que atrapa hasta el final.
Personajes
Los personajes de esta novela son un tanto peculiares: ninguno de ellos tiene nombre, y son referidos por la función que ejercen. Solo hay una excepción: el narrador.
Tenemos al protagonista, Ekatiz, un hombre atormentado por la muerte de su esposa y del que se van descubriendo cosas poco a poco. No mantiene ningún tipo de relación con su padre, del que se separó cuando murió su madre y no se han vuelto a hablar.
Su padre era un hombre de mucho carácter y pocos sentimientos, que nunca les prestó atención de pequeños. Sin embargo, en las etapas finales del Alzheimer parece haberlo olvidado todo, y entabla una relación mucho más cariñosa con su hijo cuando le trata como a su ayudante de dirección.
También intervienen otros secundarios como la mujer de su hermano, comprensiva y colaboradora;  Voy, el ayudante de dirección de su padre, que siempre estaba dispuesto a cumplir cualquier orden; sus hijas gemelas, que solo dicen Tun, cada una con un tono diferente…
Mi opinión
Albert Espinosa es un autor de los que te gustan o no te gustan, pero radical. De esto me he dado cuenta leyendo distintas opiniones a lo largo de los meses, y sobre todo las distintas reacciones a la publicación de esta nueva novela. Los hay que estaban deseando leerla y otros que dijeron que no volverían a coger un libro suyo.
Mi experiencia es limitada, ya que solo he leído su best-seller anterior, Si tú me dices ven lo dejo todo… pero dime ven (LINK). Con él descubrí que su estilo es especial y entiendo que puede no gustar. El uso de los puntos suspensivos cual si fueran meras paradas del texto puede echar para atrás a cualquiera.
Por otro lado, no deja de ser más que un recurso literario. Solo hay que mirar atrás y recordar a dos grandes escritores: Miguel Delibes escribió Los santos inocentes sin usar un solo punto, únicamente comas. También Saramago obvió las mayúsculas y los signos de puntuación en todas sus novelas, y se le concedió un Premio Nobel. Y con estos no quiero decir que los ponga al mismo nivel, no quiero se me eche nadie encima… A mí me gusta su estilo: me parece como si toda la historia fuera una ensoñación que va a fragmentos y recuerda poco a poco.
Precisamente de esa manera se nos presenta esta novela en la que no conocemos el nombre de ninguno de los personajes. Tampoco hace falta, porque el protagonista les ha puesto algunos motes por los que los distingue, o simplemente por su parentesco: su padre, la mujer de su hermano, Voy, las gemelas…
Una vez empezamos la lectura entramos en una historia cotidiana: un hijo que ha dejado de hablarse con su padre, pero debe volver a la casa familiar donde le encuentra con el Alzheimer en un estado muy avanzado. Aquí entran en juego los recuerdos de infancia, donde descubrimos a su madre, una persona de las que se pueden decir que eran mágicas.
También, al mismo tiempo, y casi intercalando capítulos de realidad y recuerdos, vamos conociendo poco a poco la parte de la historia en la que el protagonista perdió a su mujer, otra persona muy especial. Ambas partes tienen secretos ocultos, aspectos que van apareciendo poco a poco y que son las que mantienen al lector tan pegado a la historia.
A lo largo de las páginas cobra una gran importancia el mundo del cine. Quizá por su relación con el autor, que sabe un poco de esto: es director, guionista y actor. También se le conoce como el creador de películas como 4º planta o la famosa serie que ya ha sido exportada a Estados Unidos: Pulseras rojas (Que aun tengo que ver). Se ve que el autor ama el mundo del cine, y lo plasma en esta novela, donde da a entender que es precisamente eso lo que mantiene una parte de la cordura.
A lo largo de las páginas salen a flote todo tipo de sentimientos humanos: el dolor, la ira, el desprecio, la venganza… pero siempre prima el amor entre todos ellos. El protagonista decide quedarse con su padre porque se lo prometió a su madre en su lecho de muerte; optando por la sonrisa frente a la bofetada. Y el perdón frente al despecho.
En cuanto al desenlace, había leído que era sorprendente. Lo cierto es que no esperaba ningún final concreto, aunque si me imaginaba lo que había sucedido con el asunto de los anillos. Esa fue la única parte predecible, porque el resto me pareció espontaneo y muy bonito. No termina ni bien ni mal, simplemente termina para dar paso a otras historias. Como la vida, ¿no?
Ritmo es muy fluido, aunque cada uno puede elegir si lo quiere degustar con calma o leerlo en una tarde bajo la manta del sofá. Lo cierto es que admite cualquiera de las dos variantes, y seguro que con ambas se disfrutará mucho. Es posible que os resulte similar a su anterior novela, donde tenemos una historia de búsquedas. Aunque una fuera voluntaria, y ésta, obligada. Lo que es evidente es que sabe cómo desarrollar este tipo de narraciones, haciéndolas mágicas y cotidianas a la vez.
Lo recomiendo especialmente si no te importa su estilo y eres capaz de ver tantos puntos suspensivos sin pensar en errores de puntuación. Es una historia emotiva y sencilla que tiene material para pensar sobre los asuntos que trata.

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