Revista En Femenino

Brünnhilde es Salome

Publicado el 28 abril 2010 por Maac @Elblogdemaac

Brünnhilde es Salome. Varnay.

Cuenta Varnay en sus memorias que Fritz Reiner , con quien llegó a trabajar el personaje de Salomé, era muy escrupuloso a la hora de respetar la partitura, algo que contrastaba con la flexibilidad de Richard Strauss, para ilustrarlo cuenta una anécdota de lo que ocurrió cuando Hans Hotter falló una nota en un ensayo bajo la dirección del propio compositor, la orquesta paró en seco y el director-compositor le dijo: "lo ha cantado Usted tan convencido que debí errar la nota al componerlo". También cuenta algo muy ilustrativo sobre el carácter de Ljuba Welitsch, de quien fue sustituta en los ensayos hasta que aquélla llegó a Nueva York para interpretar esa Salomé que armaría tanto revuelo. Según Varnay, el teatro había preparado a Welitsch un taxi a la salida del aeropuerto para recogerla y hacer un recorrido por los principales museos, edificios, monumentos y atracciones de la ciudad, cuando llevaban aproximadamente media hora de viaje Welitsch le dijo al taxista: "Joven, créame, he venido a Nueva York sólo por tres cosas: música, dinero y hombres". Simpáticas las anécdotas que cuenta Varnay para iniciar una entrada que promete ser apasionada y carente de imparcialidad.

¿Pero qué hace Brünnhilde vestida de Salomé? Esa es un poco la sensación que tengo cuando escucho la Salome de Astrid Varnay: una mujer con la voz de Brünnhilde o de Isolda, nada de una jovencita con la voz de Isolda.

Al fin parece que comienzo a comprender que la voz de Varnay, para algunos, no es hermosa. Lo comprendo pero en absoluto lo comparto, a mí me parece bellísima: carnosa, sensual, cálida, sólo al afrontar el agudos aparece cierta aridez en el timbre que para muchos no será agradable. Cuando un cantante te estruja el corazón como a mí me lo hace Varnay no hay explicación que valga. Pero siempre podemos intentar buscar la razón, necesitamos hacerlo. Y yo pienso que la razón de la atracción que siento por Varnay está sobre todo en una expresividad innata: su manera de frasear, su sentido de la musicalidad y de la medida. Y también en el dominio técnico de su instrumento: la forma de regular las intensidades, colorear y perfilar la melodía.

Quizás sólo sea una sensación pero cuando escucho a Varnay, incluso en grabaciones en las que ya era bastante mayor, parece como si detrás del personaje que interpretaba hubiera un ser todopoderoso que sabía qué hilos había que mover para sacar el máximo partido posible ¿acaso eso no tiene que ver algo con la perfección? Habrá Salomés de timbres mucho más hermosos y brillantes, de mayor potencia vocal -y la voz de Varnay era potente- pero será difícil encontrarlas con capacidad para mostrar el abanico de matices que exhibía Varnay y de hacerlo con esa misma naturalidad, de una manera tan intensa y expresiva, como el que no quiere la cosa, gustándose. Uno ya lleva cierto camino andado y ya no se conforma sólo con una belleza superficial, quiere rascar y gozar con lo que hay detrás.

Consciente la soprano de que su voz, por color, no era la más adecuada para el personaje o por el hecho de coincidir en Nueva York con el terremoto Welitsch, no se prodigó mucho en Salome -aunque digo yo, para qué cantar Salomé si podía cantar Brünnhildes como nadie-, tan sólo lo intepretó en 13 ocasiones desde 1948, muy pocas si tenemos en cuenta sus 81 Electras, sus 213 Herodias -el personaje que más veces interpretó- o sus 121 Clitemnestras. Quizás a usted no le parecerá bella pero a mí me encanta.


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