La Grand Place de Bruselas / Robin Tournadre
Las altas tasas de paro no son patrimonio de los países del sur de la Unión Europea. La región de Bruselas capital -que se compone de 19 municipios, entre ellos Bruselas- cuenta con un 20,6% de parados en 2013. Hay más: en el corazón de la Unión hay localidades donde el desempleo palpita a niveles del 30%. Lejos de poder achacárselo a la crisis, la capital de las instituciones europeas sufre problemas estructurales que afectan también a los servicios públicos o al precio de la vivienda.
Uno de esos municipios es Molenbeek, al noreste de Bruselas. Con el segundo índice de desempleo más alto de la región, Françoise Schepmans, alcaldesa de la población, utiliza el calificativo “difícil” para definir la situación. Que el 28,1% de sus habitantes busque empleo se debe a la explosión demográfica que ha vivido la región y a “la falta de formación, especialmente entre la inmigración magrebí que se ha instalado en Molenbeek”, juzga Schepmans. Pero la canción suena igual en todas las aglomeraciones que componen Bruselas. La alcaldesa sitúa el hecho diferencial en el origen común de su población: “es más difícil integrar a una población inmigrante que viene del mismo país, que cuando está fragmentada porque se crean guetos”.
La edil coincide en que la principal razón que explica un desempleo tan alto es la falta de cualificación. La inmigración es sólo el reflejo más inmediato, porque los trabajadores que llegan de África no suelen tener formación universitaria. A diferencia de España, en Bruselas faltan trabajadores con título superior y las ofertas son para diplomados superiores, según el Observatorio Bruselense de Empleo. A pesar de que la mayoría de la población es joven, muchos siguen sin acceder a la educación universitaria. El paro juvenil alcanza el 43,3% en los últimos cuatro trimestres. La combinación es fatal si se tiene en cuenta que la economía de la metrópoli se asienta en un sector servicios que exige alta cualificación: la Unión Europea, la OTAN y un gran número de multinacionales y otras organizaciones tienen su sede en Bruselas.
Las perspectivas son negativas, el nivel de estudios no mejora entre los belgas. ¿Por qué? “Es muy muy caro estudiar en Bruselas”, cuenta Dorian de Mêeus, jefe de redacción de La Libre Belgique, uno de los diarios belgas de referencia. La clase media ha ido disminuyendo en los últimos años, según el periodista, y la educación superior se ha convertido en casi un lujo para ricos. “Los que menos tienen no estudian”, explica. La pescadilla que se muerde la cola. Entre los datos, eso sí, resalta uno extraño también para los españoles. El paro entre los hombres (21,4%) en 2013 superaba en casi cuatro puntos porcentuales al de las mujeres (17,5%). “Hace unos años empezó a haber más mujeres que hombres estudiando en las escuelas”, razona Sander Laridon, responsable de comunicación de Actiris (la oficina regional de empleo de Bruselas), “y por eso hoy hay más mujeres que hombres trabajando”.
La crisis ha tenido un impacto moderado en los niveles de desempleo. No porque Bélgica estuviera más preparada, sino porque arrastraba ya una situación preocupante antes de que el pánico y la desconfianza se extendieran por el viejo continente. En 2007, el paro se situaba en el 19,6%. “La crisis puede ser la causa de un aumento del 2 o el 3%, pero los problemas van sin duda más allá”, subraya el responsable de Actiris.
Laridon eleva a la estructura de Bélgica el problema estructural del desempleo. En Flandes, la situación es exactamente la contraria, donde la pirámide demográfica se invierte. La mayor parte de la población pertenece a la tercera edad y escasean los jóvenes, que precisamente son los que han ido a la universidad. Pero tampoco encuentran trabajo porque Flandes es la región donde se concentran todas las industrias, que prefieren a trabajadores con baja cualificación.
La solución al puzle, promover la movilidad laboral entre Bruselas y la región flamenca, tampoco parece fácil. Al problema de la formación se une que muchas ofertas de empleo piden al candidato que domine las dos lenguas oficiales del país: francés y flamenco. Pero aunque la capital es oficialmente bilingüe, “una importante mayoría habla sólo francés, mientras muchos flamencos hablan antes inglés que francés”, aclara Laridon. Los carteles de la ciudad o los anuncios por megafonía del metro se hacen en los dos idiomas, pero las dos regiones que forman el país además de Bruselas, Valonia y Flandes, no se declaran bilingües; en la primera se habla francés, en la segunda flamenco.
Actiris puso en marcha en noviembre de 2012 un Servicio de Asesoramiento y Contratación, que permite que las empresas publiquen sus ofertas de trabajo a través del servicio público de empleo y sea éste quien se haga cargo de la preselección de candidatos. Pero el drama está aún lejos de solucionarse, aunque han empezado a vislumbrarse algunos signos de esperanza: “el desempleo juvenil ha comenzado poco a poco a reducirse y la tasa general se estabiliza”, admite el servicio en un comunicado reciente. Las oficinas bruselenses gestionaron alrededor de 8.500 ofertas de trabajo durante el último año.
Otra losa para salir del atasco es, justamente, la movilidad. Bruselas es una de las ciudades más congestionadas de Europa. El 40% de los trayectos en coche se encuentran con un problema de tráfico, calcula STIB, la Sociedad de Transportes Interurbanos de Bruselas. Pero el transporte público tampoco parece la solución óptima. Los bruselenses se quejan de que es inseguro, con pocas posibilidades y frecuencia mejorable. Inseguro no sólo por los carteristas, sino por agresiones violentas. En abril de 2012, un revisor moría después de una brutal agresión.
El Director de Estrategia, Geoffroy de Wilde, reconoce que “son muchos los desafíos” pero rebaja el miedo a la violencia a un asunto de percepción tras el asesinato del trabajador, que conmocionó al país. Wilde prefiere resaltar los avances que ha hecho la red, que son “enormes si se tiene en cuenta la explosión demográfica”. Las notas han mejorado, pero los usuarios le dieron un 6,6 al transporte público el año pasado.
En las oficinas de Actiris puede verse una sala con ordenadores donde bastantes personas, que no disponen de ordenadores en casa, buscan ofertas de trabajo. La pobreza en Bruselas llegaba en 2012 al 27,8%, según el Foro Bruselense de Lucha Contra la Pobreza. El organismo atribuye la cifra al coste del alojamiento y de otros productos básicos.
El aumento de la población en los últimos años y el diseño de la ciudad han descompensado la balanza entre una demanda creciente y una oferta estancada. Uno de los barrios más afectados es Ixelles, que además está cerca de las instituciones europeas. Bea Diallo, concejal de familia, juventud y empleo del municipio, considera que la subida se debe también en buena parte a la inmigración europea, cualificada, que trabaja en las propias instituciones o en otras organizaciones internacionales: “los sueldos que cobran los funcionarios europeos les permiten pagar alquileres que el resto de ciudadanos no pueden asumir”, se queja.
La desigualdad entre las bolsas de pobreza y esa inmigración europea de clase media-alta convive en una región llena de contrastes. Diallo atribuye esa mezcla a la estructura de una ciudad “que no tiene periferia, como París”. Bruselas puede cambiar radicalmente de una calle a otra, lo que abona la sensación de inseguridad en algunas zonas. “Es un estigma injustificado”, opina el concejal, que cree que el nivel de violencia no es superior al de otras capitales europeas, sobre todo si se tiene en cuenta la cantidad de nacionalidades y culturas diferentes que conviven en ella.
El 38% de los habitantes de Bruselas no son belgas de origen. El propio Diallo representa a la perfección la historia de la región. Nació en Monrovia (Liberia) pero es mitad francés, mitad guineano. Empezó a ganarse la vida como boxeador en la periferia parisina y pronto se dio cuenta de que “con el diálogo llegaría más lejos”. Después de instalarse en Bruselas inició su carrera política, que le ha llevado, de momento, al ayuntamiento de Ixelles. El exboxeador echa mano de esa cifra, más alta que la del paro, para insistir en que la inmigración extracomunitaria no es la causa del desempleo: “en Bruselas la integración de todas las nacionalidades es un hecho; el siguiente paso es solucionar el problema de la falta de formación”.