El verano ha terminado y andamos todos un poco depresivos por la vuelta a la rutina y pensando en que lejos quedan las próximas vacaciones. Pero la verdad es que hay escapadas exprés que podemos hacer en un fin de semana o aprovechar un puente, para tomar un poco de aire.
Bruselas es una de esas ciudades, una ciudad cosmopolita que se puede visitar sin gastar demasiado tiempo ni dinero. Es uno de los motivos por las que he estado varias veces. Te plantas ahí en un par de horas de avión con billetes de unos 50€ y para el alojamiento siempre puedes encontrar apartamentos vacacionales a buen precio en buscadores como Hundredrooms.com. Los apartamentos te permiten tener mayor privacidad, más libertad y son más económicos al tener la posibilidad de preparar el desayuno y la cena en casa.
No puedes ir a Bruselas sin pasar por el corazón de la ciudad, la Grand Place. De día un espectáculo arquitectónico de arte renacentista y de noche un espectáculo de luces y sombras. Sin duda, una de las plazas más bonitas de Europa que enamora y te deja boquiabierto.
Desde aquí salen varias callecitas por las que hay que perderse y si apetece un refrigerio, rendirse ante algún gofre bien cargado de chocolate y nata que fácilmente os llamaran la atención en los escaparates de las bombonerias. Es imposible no rendirse al chocolate.
Muy cerquita puedes encontrar el Manneken Pis, otro de los símbolos de la ciudad. Es muy fácil de encontrarlo tan solo hay que seguir la marabunta de gente y con suerte hacerte paso para hacerle una foto al pequeñín. Siempre imaginé que era más grande, pero ahí donde le veis tiene más de 300 trajes y se pasa casi todo el año disfrazado. Lo que mucha gente no sabe es que no muy lejos, podéis encontrar la Jeanneke Pis (su hermanita meona) y el Zenneke Pis (el perro meón). Dejando de lado la obsesión por las estatuas meonas, una opción sencilla es hacer la ruta de los meones.
Bruselas es también conocida por ser la ciudad del cómic. Así que es divertido pasearse por ella buscando los grandes murales en las fachadas de los edificios, una ruta del cómic con personajes como tintín, Lucky Luke, Astérix y Obelix entre otros. Si además sois fans de Tintín no os podéis perder el Museo Hergé donde disfrutareis como niños volviendo a vuestra infancia.
No muy lejos podemos encontrar las Galerías Saint Hubert por las que merece la pena pasear. Fueron las primeras galerías comerciales de Europa y aún hoy desprenden ese glamour con tiendas y escaparates con aire clásico. Desde chocolaterías a joyerías, librerías o tiendas de lujo cubiertas por una cúpula de cristal que se construyó para proteger a los bruselense de la lluvia mientras hacían sus compras a mediados del siglo XIX.
El Atomium es uno de esos edificios por el que siempre tuve curiosidad, un monumento emblemático de la Exposición Universal de 1958 como símbolo del progreso y de la modernidad de la época. Visitarlo fue con hacer un viaje en el tiempo, pues en su interior se percibe ese aire retro futurista de entonces. Está formado por nueve esferas y en ellas hay salas de exposiciones y una sala un tanto peculiar, para que los niños se queden a dormir. La esfera superior es un pequeño restaurante donde puedes comer o tomarte un café a precio de oro.
El acceso es por ascensor y desciendes por escaleras normales o mecánicas al resto de esferas. Este último tramo de escaleras mecánicas es un espectáculo de luces al más puro estilo 2001: Odisea del espacio, tras la aparición del monolito. Tremendo y psicodélico!! Al final, no deja de ser curioso pasearse por el interior de una molécula de cristal de hierro tamaño gigante.
Y para terminar, si por una cosa es conocida Bélgica es por la cerveza así que el "Delirium Café" es de visita obligada pues es el bar con más variedades de cervezas del mundo. Más de 2000 diferentes y por ello está incluido en el Libro Guiness de los Récords, así que vale la pena sentarse a tomarte una buena cerveza belga en uno de los locales nocturnos más concurridos.
Pero no podemos olvidar, otro clásico como " À La Mort Subite ", una cervecería familiar que ya va por la cuarta generación y que parece anclada en el tiempo. Da la impresión que los mismos cuadros siguen colgados en sus paredes desde hace más de 80 años. Perfecta para tomar una cerveza mientras picoteas alguna cosa.
La ciudad del chocolate, la cerveza y el cómic tiene mucho que ofrecer, pero es muy fácil hacer excursiones de un día en tren a ciudades próximas realmente bonitas. Brujas y Gante son un clásico, pero Malinas, Lovaina, Amberes, Binche, Dinant, Namur... son ciudades que merecen una visita de un día. Bélgica me encanta, pero si os apetece cruzar la frontera, desde Bruselas os podéis acercar en tren a Maastrich en Holanda o Aquisgrán en Alemania. Un gran abanico de posibilidades desde un mismo campamento base.
Así que para aquellos que me preguntan porqué cada año me escapo a Bruselas o porqué me gusta tanto Bélgica, creo que poco más me queda por decir 😉