Revista Viajes

Buceo del bueno en Henri Pittier

Por Captainflint

Si por algo parece destacar la costa caribeña de Venezuela es por la variedad. La costa llana de Morrocoy da paso más hacia el este a un paisaje muy similar al que vimos Davis y yo en Tyrona. Es decir, montañas repletas de verde jungla que llegan hasta la playa. Es el Parque Nacional Henri Pittier, lugar al que decidimos dedicarle un par de días antes de ir hacia el Sur.

La jugada para llegar allí era sencilla. Bueno, más o menos. Autobus de Chichiriviche a Valencia. De Valencia a Maracay y desde allí otro bus más a Choroní. Sin embargo a la hora que llegamos a Maracay ya no salía nada de allí. Había que pasar la noche en aquel lugar que resultó ser bastante agujerillo, caro y con la mayoría de los hoteles llenos. Si la cosa no se complicó peligrosamente fue gracias a una familia de venezolanos que nos recogió en su coche al vernos con las mochilas buscando alojamiento en los alrededores de la estación.

Aquella buena gente nos llevó como a cuatro sitios distintos hasta que encontramos uno que tuviera sitio y que además estuviera dentro de nuestro presupuesto. Menos mal porque la situación ya me estaba dando verguenza pero por más que les decíamos no nos iban a soltar hasta que estuviéramos instalados en un lugar. Es bastante destacable la hospitalidad que nos estamos encontrando. No sería la primera vez en Venezuela que gente que no nos conoce de nada se desvive por hacernos más fácil la vida.

Al día siguiente nos subimos al bus que iba a nuestro destino, Puerto Colombia, que es básicamente el barrio de Choroní que está más pegado a la costa. La carretera que recorre el bus en este trayecto es de esas con más curvas que Pamela Anderson, atravesando toda la jungla que bordea el litoral. Se sube un monte bastante serio y luego se vuelve a bajar. Es uno de esos recorridos en los que es mejor no mirar por la ventanilla y así uno se ahorra ver como la rueda del bus está a menos de medio metro del precipicio..

En cualquier caso, y a pesar de las complicaciones iniciales, prolongar la etapa caribeña venezolana fue un gran acierto. A estas alturas de la película, y si llevas siguiendo este blog un tiempo, te habrás hecho una idea del tipo de cosas que me motivan y esta zona de Venezuela me proporcionó un par de ellas. La experiencia en Henri Pitter puede resumirse en dos palabras: buceo y ron.

Parque Henri Pittier

Puerto Colombia es el punto de entrada más habitual del parque y un sitio infinitamente más agradable que aquel agujerillo sobre-poblado llamado Chichiriviche. Se parece muchísimo más a lo que uno esperaría de una ciudad al borde del Caribe. Casitas de colores repartidas en calles estrechas, restaurantes que sirven pescado, iglesias enanas y un malecón que da al mar.

El sitio es turístico pero aquí lo han hecho un poco mejor. Hay mogollón de posadas de todas las categorías, desde las lujosísimas con piscina hasta las más humildes, con lo que resulta bastante fácil encontrar un sitio para dormir. Llegábamos entre semana además y aquello estaba mucho menos petado de venezolanos domingueros que Morrocoy. Terminamos en un sitio más que aceptable a muy buen precio y con wifi y todo.

Playa Grande, Puerto Colombia

Playa Grande, Puerto Colombia

Puerto Colombia tiene una playa muy decente a cinco minutos andando. Se llama Playa Grande y, efectivamente, lo es. Gracias a ello, aunque haya mucha peña, sigue siendo un sitio agradable porque la masa borrega de turistas pasa de ir más allá del principio de la playa y si uno se molesta en caminar diez minutos acaba teniendo bastante más espacio.

Aunque no es tan clara como las que vimos un par de días antes, tiene arena blanca, cocoteros de fondo y un buen oleaje. Un sitio más que aceptable para pasar la tarde no haciendo nada.

Pero la jugada en el parque Henri Pitter, como pasaba en Morrocoy, consiste en contratar una lancha que te lleve a cualquiera de las otras playas del lugar a las que no se puede acceder por tierra. Hay un buen montón de ellas, todas con muy buena pinta, por lo que cuesta dedicirse.

Una vez más hay que lamentarse de la falta de tiempo en esta etapa final del viaje. A Henri Pitter se le puede dedicar fácilmente una semana, visitando cada día en bote un lugar distinto. Nosotros, sin embargo, sólo teníamos tiempo para un viaje. Había que seleccionar un lugar y la clave en nuestro caso fue la palabra “buceo” que figuraba en la descripción de una de ellos: la playa Cepe.

El sitio resultó ser más bien pequeño pero el buceo no defraudó. Había allí un chiringo enano al que me dirigí para preguntar por cuanto salía la broma. No me lo podía creer cuando el pavo me dijo que me alquilaba todo lo que necesitaba para bucear por 150 bolívares (unos 15 euros). Además no había que irse muy lejos. Al parecer ya en las rocas del extremo de la playa había un lugar cojonudo para bucear. No me lo pensé dos veces y le pedí que me llevará allí con la lancha en un momento.´

Me lancé al agua y, por primera vez en mi breve carrera de buceador, me encontré yo solito allá abajo. Estaba completamente a mi bola, sin instructor al que tener que seguir, pudiendo decidir yo por mí mismo por donde me metía.

Playa Cepe

Playa Cepe

Fue cojonudo aquello, y sólo lamento no haber tenido una cámara acuática de verdad para poder mostraros lo que se veía allí abajo. El agua era de una claridad increíble y la variedad de bichos que pululaban por allí interminable. A unos metros de las rocas de la costa había unos cuantos pedrolos enormes que surgían del fondo del mar y no llegaban a la superficie.

Por allí se podía uno meter, buceando entre aquellas paredes de roca y los pequeños pasadizos que se formaban entre ellas. Era allí donde se concentraba el mayor número de peces y plantas. Los había de todos tamaños y colores. Muchísima más variedad que en Taganga y me atrevería a decir que cualquier otro lugar en el que yo haya buceado.

Como además sigo teniendo un consumo de aire cojonudo, aquello duro casi una hora en la que me dió tiempo a hacer de todo: perfeccionar mi técnica buceando entre las rocas, perseguir a los peces o simplemente buscar un trozo de arena despejado y tumbarme allí quieto, esperando a que la fauna del lugar se me acercara.

Evidentemente a ese precio tenía que repetir. Un rato después iba de nuevo en la lancha, esta vez hacia un lugar distinto en el que, supuestamente, se podían ver hasta rayas. No hubo suerte, sin embargo, y no me pareció el sitioo tan impresionante como el primero. Aún así fue un poco más de lo mismo: agua casi transparente y mogollón de bichos marinos.

En definitiva, un lugar fantástico para tirarse al agua con una botella. Hubiera sido genial pasarse por allí de nuevo el día siguiente pero teníamos algo más importante que hacer…

Concepto Bolivares Euros

Chichiriviche - Valencia 30 4

Valencia - Maracay 10 1

Maracay - Choroní 16 2

Hostal Colonial, doble 70 8

Alquiler material buceo 150 17

Barco a playa Cepe i/v 60 7


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