Queridos hijos:
Soy vuestra madre. Vosotros aún no lo sabéis, porque no habéis nacido todavía. Este viaje a Buchenwald me ha hecho pensar, quizás no debería ser vuestra madre, quizás no deberíais venir a este mundo, porque no todo es amor en él.
Hace muchos años, en este lugar, un grupo de seres humanos cegados por unas ideas terribles, torturaron y asesinaron a otros seres humanos que no habían hecho otra cosa que nacer marcados con una señal distintiva: una religión, una cultura, una forma de ser, unas ideas políticas. Los encerraron aquí a miles y los sometieron.Los sometieron como nunca un ser humano había sometido a otro. Ellos debieron sentirse solos, abandonados. Eso es lo más terrible. Ellos debieron sentir que el resto de la humanidad los había abandonado, que la humanidad no les echaba de menos, que no les echaba en falta, que sobraban.Esa debe ser la forma más terrible de soledad. Ni siquiera su dios les echaba en falta.Cuando seáis mayores quizás lleguéis a comprender que la soledad acompaña siempre a los humanos, pero nos ilusionamos con la posibilidad de entendernos, de amarnos, de estar juntos en algo. Es una ilusión bella. Pero no olvidéis nunca que aquellos que murieron aquí perdieron incluso esa ilusión. Y yo tengo que volver a creer en esa ilusión para poderos leer algún día esta carta.Mamá