Revista Cocina

Budapest, dos ciudades rendidas al Danubio

Por Dolega @blogdedolega

Sin tener decidido en qué parque vienés acabaríamos, salimos para Budapest. El viaje fue bueno y nos recibió un tiempo como a mí me gusta calorazo del bueno. Cogimos el tren desde el aeropuerto y llegamos a nuestro punto de encuentro con la dueña de nuestro apartamento.

Resultó ser una mujer de mediana edad, encantadora que nos dio todo tipo de información acerca de cómo movernos, donde comprar, horarios de comercio, en fin un encanto de mujer.

El edificio era bastante antiguo y el interior dejaba a la vista sus muchos años, pero el apartamento era tal cual aparecía en las fotos. Moderno, limpio y perfecto para estar un par de días.

Budapest, dos ciudades rendidas al Danubio

Lo mejor de todo, salías del portal y estabas en pleno centro ¡Un gusto!

Budapest, dos ciudades rendidas al Danubio

Revisé mi correo a ver si Wally había contestado y sí lo había hecho. Nos pedía el itinerario pormenorizado de nuestro viaje para poder establecer nuestra hora de llegada con precisión.

-¡Trae acá porque este tío me pone enfermo! A darle yo…yo sí que le voy a dar una patada en los huevos según llegue a Viena!

La pantalla del tablet lanzaba gritos de terror.  Mientras, yo miraba los folletos turísticos que había en la mesa de comedor, necesitaba un bálsamo de emergencia para el Consorte y mi estabilidad psicológica. ¡Lo encontré!

-Venga termina eso rapidito que te voy a llevar a un sitio que te va a encantar.

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¿Y que mejor sitio para hacer feliz al Consote que un mercado?

Efectivamente, el mercado central de Budapest que teníamos a escasos metros de nuestro alojamiento. El edificio es una preciosidad y como dice él siempre: Si quieres conocer un poquito el pais y sus gentes, vete a un mercado.

Allí descubrimos que, al ser el pais de la paprika, tienen pimientos de todos los tamaños colores y formas habidas y por haber.

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El Consorte compró fruta, pimientos picantes, paseó por todos y cada uno de los puestos del mercado y  a la media hora estaba más feliz que un niño en Disneyland. Prueba superada. Dimos vueltas por la ciudad y caímos rendidos en la cama que no resultó tan cómoda como parecía, pero que no fué tan incómoda como para protestar.

Por supuesto antes de dormirnos el Consorte y Wally intercambiaron correos y se dieron sus respectivos whatsapps para mantenerse en contacto y poder discutir agusto. Yo estaba empezando a temer el inicio de una intensa relación…

Al día siguiente yo iba a desayunar en Gerbaud (pastelería mítica de Hungría y parte de Europa). Lo tenía claro, cristalino, diáfano…Así que mientras el consorte discutía con su amante vienés yo me tomaba un café, me duchaba y preparaba y cogía los aparejos para hacer de turista.

Mmmm placer puro y duro. Ni las noticias de Wally fueron capaces de empañar ese momento.

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Y a partir de ese momento disfrutamos Budapest como dos niños.

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Descubrimos la afición que tienen a las estatuas…

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Admiramos el puente de las cadenas

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Admiramos el Castillo de Buda

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Nos montamos en el telesférico y asistimos a un precioso atardecer

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El barco que aparece en la foto es uno de los muchos cruceros que hay por el Danubio.

Admiramos el parlamento

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