Revista Deportes
Las siguientes líneas son tomadas y adaptadas del magnifico libro: "Aikido o la Armonía de la Naturaleza". Autor: Mitsugi Saotome. Editorial: Kairós, Barcelona (España)
El hombre es un lobo para el hombre. No pasa un solo día en el que cualquier medio de comunicación deje de 'informar sobre algún suceso violento, ocurrido en el entorno inmediato, o en cualquier otra parte del mundo.
Se diría que la agresividad y la violencia aumentan día tras día, y se hacen más sutiles y crueles en sus múltiples manifestaciones:
Agresión, violencia, rencor, venganza,...
Pornografía, aberraciones sexuales, violaciones,...
Terrorismo, radicalismo, extremismos,...
Secuestros, atracos, represalias, drogas,...
Homicidios, guerras, injusticias, dictaduras,...
Lucha de clases, desigualdades sociales,...
Lucha por el poder, abuso de poder,...
Manipulación de las masas a través de los medios de comunicación,...
Intransigencia, discriminaciones raciales, religiosas, ideológicas,...
Intoxicación de la cultura,...
Hedonismo exagerado, ostentaciones de súper lujo,...
Uso amoral de los avances científicos....
Violencia institucional, insolidaridad, egoísmo, "sálvese quién pueda",...
Celos, envidias, falsedad, calumnia, cinismo,...
Etcétera, etcétera,...
Según los especialistas en conducta humana, el instinto agresivo nace con el hombre. Es un fenómeno biológico innato en él, y puede llegar a tal grado de paroxismo que le hace capaz de matar a sus semejantes incluso a sangre fría.
Los efectos de la violencia desencadenada por esta agresividad son perniciosos para el hombre y para la sociedad, y en muy pocas circunstancias pueden justificarse.
El cine y la televisión -amén de otros medios- recurren con excesiva e irresponsable frecuencia, a emitir relatos violentos que bombardean sistemática e indiscriminadamente al espectador con formas de conducta que exaltan la agresividad más burda y primitiva, postulada como el mejor modo de alcanzar los objetivos personales, hasta el punto de que muchas personas adquieren el convencimiento de que, constituyen el único y mejor de resolver los problemas.
Se olvida, o se pretende ignorar que, una vez desencadenada la violencia, se desborda, provoca más violencia y es cada vez más difícil detenerla. Por otra parte, si bien la violencia es difícilmente justificable, "un pacifismo a ultranza " o "una paz a cualquier precio" ' renunciando a una respuesta violenta pero lícita, podría convertirse en una complicidad o aceptación cobarde de un estado de injusticia o violencia mayor y de peores consecuencias.
Entonces, ¿cuando y hasta que punto es lícita?. La violencia sólo se justifica si es utilizada en sus justos límites, ante una causa manifiestamente justa, y después de haber agotado todos los medios pacíficos disponibles.
El Karate-do reconoce la existencia del instinto agresivo en el hombre y sabe que puede:
1. Manifestarse violentamente.
2. Canalizarse de forma positiva al servicio de un ideal.
3. Reprimirse, haciendo violencia contra sí mismo, y de rebote contra los demás.
No lo niega ni lo ignora, y sabe que la educación y el entorno adecuados pueden ayudar al hombre a dominarlo y encauzarlo, por ello se identifica con la segunda posibilidad, y ofrece una formación de "no violencia activa" que implica la existencia de las otras dos manifestaciones citadas,
Hoy, cuando los gritos de paz son un deseo unánime y universal, como prueba de que los hombres se hacen cada vez más sensibles a esta necesidad, es conveniente que desde todos los ámbitos de la educación se ofrezcan aquellas pautas que le permitirán alcanzarla y conservarla.
La tolerancia, la aceptación el diálogo, la colaboración y la ayuda mutua, el respeto, el perdón, la verdad, la humildad, la disciplina, el autodominio, el valor, la resistencia, la perseverancia, el orden, la cortesía, la generosidad, etc., son valores en alza, sobre los que se asienta la filosofía del Karate-do sin someter al adepto a ninguna forma de colonialismo cultural o ideológico.
Para el profano, el Karate-do es un Arte Marcial, un sistema de combate cuerpo a cuerpo, basado en antiguas y eficaces experiencias de lucha de los samurais del Japón Medieval.
Visto de manera superficial con ojos de profano, pudiera creerse que el Karate-do no es más que otro sistema de lucha, un método de combate hombre contra hombre. Sin embargo, admitir esta idea sería equivocarse rotundamente, pues lo mismo su espíritu como sus técnicas trascienden el ámbito y el objeto de las tretas del combate.
De una tradición de las artes de guerra japonesas -bugei- para vencer o eliminar al enemigo, insignes maestros (Jigoro Kano, Gichin Funakoshi, Morihei Ueshiba, etc ... ), aportaron sus experiencias de tal forma que contribuyeron a que evolucionase hacia una vía de perfeccionamiento personal (Budo).
El Karate-do no es una religión ni una filosofía, simplemente se considera un medio de formación que aporte al hombre esa "sabiduría" que le permitirá descubrir y respetar la armonía de las leyes de la naturaleza, en un perfecto acuerdo con la gran sensibilidad que va surgiendo en todos los hombres acerca de la protección de su medio ambiente.
El Karate-do comienza y termina para el practicante con una muestra de sincero y total respeto hacia el otro y hacia cuanto le rodea. Karate-do: formación integral. Los valores formativos del Karate-do son como "ciudadanos del mundo" por cuanto se revelan aptos, asequibles y útiles a todas aquellas personas que desean orientar sus pensamientos y actos hacia la paz y armonía, incluso en medio de los conflictos. En primer lugar enseña a alcanzar la armonía y la paz individual íntima entre espíritu, mente y cuerpo, facilitando al practicante técnicas conducentes a dicho fin, como premisa fundamental para que esa armonía se extienda al entorno inmediato y al Universo entero.
A medida que se avanza por esta vía la visión de la realidad del mundo se ilumina, y como consecuencia el egoísmo, los prejuicios y los conflictos ven estrecharse su campo de acción. No se trata de saber combatir para imponerse o someter a otro, sino en sujetarse a una disciplina cuya meta es alcanzar la máxima perfección como ser humano para ser más útil a la sociedad. La batalla va dirigida únicamente contra el propio "ego" (cólera, envidia, rencor, orgullo, falsedad, ambición, desidia, etc.), por ser la principal fuente generadora de violencia y conflictos. En el Karate-do, la ausencia de competición favorece este dominio al no existir el deseo de vencer ni la frustración de la derrota, por tanto no tiene dónde alimentarse la vanidad ni la egolatría.
El Karate-do no es un arte de violencia, sino un arte contra la violencia, y para ello no se limita al aprendizaje de unas simples técnicas corporales, sino que exige la total participación del hombre en sus diferentes ámbitos estructurales corno son:
Ámbito físico: Sobre las facultades físicas del practicante desarrolla una gran coordinación, flexibilidad, agudiza el sentido de la orientación espacial, agilidad, creación de energía, reflejos, gran sentido del equilibrio, dominio de la respiración, economía de movimientos, resistencia, velocidad de acción, etc. Para el Karate-do la fuerza bruta no tiene importancia alguna y no necesita recurrir a ella en ningún momento puesto que se sirve de otra energía más sutil (Ki) que anima cuanto existe y que fluye constantemente en armonía con todos los fenómenos de causa o efecto, y con la que el hombre puede conectar a través de la respiración.
Ámbito técnico: Sus técnicas son tan eficaces porque están en perfecto acuerdo con los principios que rigen el Universo (gravitación, equilibrio, trayectorias espirales, circulares, movimiento ondulatorio, fuerza centrífuga y centrípeta, alternancia, acción-reacción, ritmo, etc.). El karate-ka aprende a no imponer al otro por la fuerza sus deseos o intenciones, y a dirigir de tal manera el impulso atacante que éste opte por abandonar su hostilidad, al tiempo que adquiere el sentido de actuar en cada circunstancia en el instante preciso y de la forma más eficaz y segura. Se actúa de acuerdo y en armonía dinámica constante, con el movimiento o las acciones del otro, sin forzar el propio cuerpo de manera antinatural, se aprende a no oponerse a la fuerza, tu' sufrir los efectos del ataque del oponente y a servirse de él para restituir el equilibrio y la armonía.
Ámbito mental: Todos los ejercicios de Karate-do se realizan buscando el autocontrol y dominio propio, erradicando gestos y actitudes violentas. El karate-ka va descubriendo la mutua interdependencia mente-cuerpo, y ello le ayuda a tener cada vez mayor autodominio, siendo menos influenciable a los agentes o circunstancias exteriores, e incluso los impulsos primitivos procedentes del subconsciente se someten al control racional de la voluntad, y van siendo sustituidos por reacciones más nobles. Tanto en sus entrenamientos en el dojo, como en su vida diaria, se ejercita para ser siempre dueño de sí mismo, conservando la calma y la lucidez de juicio en toda circunstancia, porque está persuadido de que existen mejores soluciones que el enfrentamiento, la disputa o el combate para resolver cualquier conflicto o problema, y que es posible hallar la solución sin combatir violenta o deslealmente contra nadie, y sin que ello signifique aceptar o doblegarse a todo y a todos. Desde la óptica de una educación para la paz, la verdadera victoria no consistirá en vencer al adversario, sino en transformar su corazón, y hacer posible el entendimiento, la equidad y la convivencia sin imponerle nada como condición y menos por la fuerza o la astucia.
Ámbito de seguridad: La verdadera autodefensa no es únicamente el aprendizaje y la aplicación de técnicas corporales, sino ante todo una transformación de la mentalidad. El Karate-do enseña a eliminar la oposición entre uno mismo y el oponente, actuando sin espíritu de resistencia, dualidad ni imposición, hasta ser capaz de un control absoluto. El mayor grado de autodefensa se alcanza cuando la mente y las acciones armonizan y unifican con la naturaleza, porque la conducta se ajustará sin duda, a las leyes que la gobiernan y erradicará actitudes o comportamientos provocadores, violentos o conflictivos.
Ámbito moral y ético: La naturaleza del Karate-do lo hace apto para ser acogido por todas las personas sin distinción de raza, sexo, religión, edad, etc., puesto que los valores que postula son humanos y universales. El maestro Ueshiba, en sus conferencias sobre el Aikido, no se cansaba de recomendar a sus alumnos que aspirasen a trabajar por el bienestar, el amor, y la paz de toda la humanidad a través de una práctica seria, disciplinada y constante, inculcando sentimientos de comprensión, tolerancia, perdón, valor, armonía, ayuda mutua, generosidad, respeto, lealtad, etc. La aceptación y encarnación de valores y opiniones se producen muchas veces al identificar los propios sentimientos con los de la persona que se admira, ama o respeta. Si uno se encontrase sólo en el Universo, sin nadie con quién hablar, con quién compartir la belleza de una noche estrellada, con quién reír, sin nadie a quién tocar, ¿cuál sería la razón de vivir?. El amor da sentido a la vida. Debemos descubrir la alegría de estar juntos, la alegría de los retos, la alegría del crecimiento.
Es una delicada y hermosa tarea el hecho de aceptar la responsabilidad de transmitir, no sólo las técnicas de Karate-do, sino ante todo, su espíritu, convirtiéndose en un sencillo y humilde guía de aquellos que depositan en él su confianza. Aunque no es fácil seguir la vía, y vivir en armonía con el bien, la verdad y la belleza, tal vez por ello hay tan pocos educadores o formadores de hombres.
Sensei Mitsugi Saotome