Revista Arquitectura

Buena onda para el encuentro :: SANAA, Rolex Learning Center

Por Arquitecturas @arquitectonico


El nuevo edificio del centro universitario de Lausana, Suiza, es un espacio fluido en el que la división funcional se realiza por desniveles. Detalles de esta, la última obra de los japoneses SANAA.

Por Hernan Gastelu. Especial para Clarín

El todo es más que la suma de las partes. SANAA + Rolex + EPFL es más que el Rolex Learning Center de Lausana, Suiza. Si hablamos de SANAA, sabemos que son los ganadores del premio Pritzker 2010. Si nos dicen Rolex, lo asociamos con elegancia y precisión. Si buscamos información sobre la Escole Politechnique Federal de Lausanne (EPFL), nos encontramos con una de las principales universidades europeas en el campo de la ciencia y tecnología. Ahora bien, al sumar SANAA, Rolex y EPFL, el resultado debería ser bueno, y no sólo lo es, supera ampliamente el calificativo.

El nuevo edificio educacional de Rolex, con apenas despegarse del suelo, logra ser uno de los proyectos de más vuelo de este siglo. Emplazado entre las montañas de la región del Jura, en los Alpes suizos y el sereno lago Leman, la obra de Sejima y Nishisawa es un edificio que juega con lo etéreo y lo fluido. Pero, pretender ser etéreo por su transparencia y fluidez espacial es algo contradictorio ya que posee todo el carácter, la presencia y la gravedad que le confiere el hormigón de su estructura. Es un objeto que no se pierde en el paisaje, pero se acomoda en él casi perfectamente.

Paisaje onírico. Los interiores del nuevo Rolex Learning Center de Lausana hacen gala de un minimalismo extremo y surreal. Clarín.com, Suplemento ARQ

Paisaje onírico. Los interiores del nuevo Rolex Learning Center de Lausana hacen gala de un minimalismo extremo y surreal. Clarín.com, Suplemento ARQ

La institución suiza que convocó a SANAA pretendía que su nuevo edificio transmitiera el espíritu de trabajo de la universidad, fomentara la interacción y la colaboración entre las distintas facultades y disciplinas que integran la comunidad académica de la EPFL. Las expectativas estaban puestas en que el edificio se convirtiera en un lugar de intercambio de conocimientos y experiencias de alumnos, profesores e investigadores. Con estas premisas, los arquitectos japoneses propusieron un edificio multiuso que funciona como un gran espacio de encuentro para todas las escuelas, una especie de plaza cubierta, casi sin límites físicos entre interior y exterior, pero que se lee como un único volumen ondulado muy perforado por patios internos.

El programa funcional lo componen una biblioteca científica, con volúmenes físicos y virtuales, un auditorio para 600 personas, un laboratorio de investigación científica y tecnológica, librería, cafetería, restaurante y una oficina bancaria.


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