HOY es el mokytojų diena o "día del profesor" en Lituania. Y mis estudiantes me han regalado unas rosas. Todos los rincones de este país se han llenado de estudiantes vestidos para la ocasión. Y, aunque el día amaneció gris y frío, con una llovizna pertinaz y caladera, los estudiantes han salido a la calle con ramos de flores, chocolates y globos. Para celebrar un día que aquí es muy importante Subo nuevamente un tema de Tremendo. Y se lo dedico a mi amigo Grisha, un tipo que nació y pasó su primera juventud en la ciudad rusa de Odesa, en la costa de lo que hoy llaman Ucrania. Grisha, mitad ruso, mitad tártaro. Mitad de ningún sitio. Ciudadano de la URSS y poseedor de un pasaporte de un país que ya no existe. Tras mi madre es la mejor persona que conozco en este mundo. Un tipo que sirvió en el ejército rojo y que fue herido en un enfrentamiento con rebeldes azeríes. Pues estuvo haciendo su servicio militar en el Cáucaso. En el año 90. Lo que no es moco de pavo. Tras el desmoronamiento de la Unión Soviética consiguió encontrar un puesto como acróbata y domador de caballos en el Circo de Moscú. Y recorrió medio mundo. Llegó a conocer en persona a la mismísima Reina Doña Sofía en una de las giras de la troupe circense de la que formaba parte. Tenía una foto arrugada del momento en que la Reina le estrechaba la mano. En el camino se le cruzó una bailarina catalana y acabó trasladándose a vivir a mi ciudad. La novia, una pijita catalana de la high-society local, lo acabó dejando por otro payo cuando se cansó de su juguete ruso. Y bueno, Grisha es un ser entrañable y la propia madre de su ex lo acabó empleando como entrenador físico en su gimnasio. Uno de los más renombrados de la comarca. A él le dedico este tema de Tremendo. Que tanto le gustaba. Todavía me acuerdo de aquellas largas veladas que pasábamos juntos en su magnífico apartamento con vistas a la montaña de Montserrat, comiendo borsch, bebiendo cervezas y escuchando melancólicas melodías rusas que le recordaban su tierra. Él a veces se ponía triste cuando pensaba en su madre, una mujer ya mayor, que había dejado en Ucrania y a la que enviaba de vez en cuando dinero. Cuando lo veía más triste de lo habitual, le solía decir "Grisha, saca a Tremendo ". Y entonces Tremendo se ponía a cantar y la tristeza salía por la puerta de atrás y por un rato se iba al bar de la esquina. Grisha recorrió, de alguna manera, el camino inverso que yo mismo iba a emprender años después. El último día que estuve con él, eso fue en mi fiesta de despedida, se nos acabaron saltando las lágrimas a ambos. Va por ti amigo.
"Mira el cielo tan azul y sin ninguna nube,
y no hay ninguna porque en un rincón te las retuve.
Tuve que hacer maravillas
para que tuvieras este día
seguido de mi poesía.."
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