No hay reconciliación posible cuando la memoria histórica no considera iguales los muertos por sus ideas en uno y otro lado. Y no me refiero solo a que muchos en el bando republicano no murieran por la democracia, que no murieron por eso, sino al olvido de los muertos incómodos. Ese sacerdote asesinado en un pueblo solo por ser su oficio, o ese muerto cuyos descendientes incomodan, como contaba el otro día Dragó en su columna mundana... Lo contaba Giménez Fernández en sus memorias: estalló el golpe y me fui a mi casa esperando que alguno de los dos bandos fuera a por mí. Al final, fueron los dos, primeros los comunistas y luego los falangistas...
La tercera España...