Llevo mucho tiempo sentada frente a la computadora sin saber sobre qué escribir. El único tema que se viene a la mente es uno que me gustaría mandar hasta el último rincón de mi mente para poder ignorarlo. Sin embargo, no puedo. Y es que últimamente me han llegado ―de una manera u otra― miles de noticias, historias, estadísticas y anécdotas que hablan sobre el mismo tema. Por todos lados escucho acerca de este fenómeno que va en aumento y me que da pavor: el bullying.
No entiendo. No lo puedo concebir. ¿Qué es lo que lleva a un niño a realizar semejantes actos de crueldad hacia otra persona? ¿Con qué fin? Y por otro lado, ¿por qué el niño que está siendo víctima guarda silencio? ¿O será que nosotros, como papás, no queremos escuchar?
¿Hasta dónde te metes? ¿Le resuelves la vida a tu hijo, cambiándolo de escuela? ¿O le dices que sea fuerte y lo motivas para que se aprenda a defender? ¿Le estarás ayudando al alejarlo de aquellas personas que le están haciendo daño o realmente lo que estás haciendo es sobreprotegerlo?
No lo sé y espero con todo mi corazón que nunca realmente me tenga que enfrentar a esta situación. Ruego a Dios que mis hijos nunca se encuentren en ninguno de los dos extremos: ni como víctimas, ni como victimarios.
Me da gusto escuchar que se está tomando cartas en el asunto con acciones como promover campañas de concientización acerca del bullying, entre niños, papás y maestros. Sin embargo, también creo que se trata de algo que se tiene que manejar desde casa.
Justo ayer me encontré un estudio que apoya mi visión. Y es que éste revela que tanto los bullies, como sus víctimas, suelen reflejar el mismo patrón: ambos tienden a ser agredidos físicamente en casa o bien, observan o viven un ambiente agresivo en su ámbito familiar.
Esto no me sorprende del lado del bully. Es evidente que si un niño experimenta violencia en casa, lo más seguro es que repita esta conducta con sus compañeros. Sin embargo, me llamó mucho la atención que sucediera lo mismo del lado de la víctima. Y ahora que lo pienso, esto tiene mucho sentido. Si un niño está acostumbrado a ese tipo de maltrato, primero, lo va a tolerar. Después de todo, esto ya forma parte de su vida. Y en segundo lugar, nunca tendrá la confianza de decírselo a aquella persona que le está haciendo daño de la misma manera. Además, ¿qué caso tendría, no?
Niños sufriendo de bullying en casa… qué dolor.
Respeto, por favor. Respeto hacia tus hijos. Respeto entre hermanos. Respeto hacia los padres. No debería de ser tan complicado…
Esta es la manera en la que nosotros, desde casa, podemos aportar nuestro granito de arena para empezar a poner un fin a todo esto.
Y pon atención a lo que está sucediendo con tu hijo y actúa ―como tú creas conveniente― pero por favor, actúa.
Ya me he desahogado. Prometo que el próximo post será uno alegre.
Gracias por escuchar.