La tercera España, mayoritaria, sigue a flote entre zozobras. Por un lado, soporta infundios mezclados con medias verdades hasta parecer verídicos. Por otro, sorprende que en pleno siglo XXI siga existiendo la censura como ejercicio gobernante. Vivir para ver.
Y mientras, enfundados en batas, uniformes diversos o de paisano hasta en sus balcones, con trabajo, palmas y ánimos, quienes mantienen el tipo ante esta pandemia protagonizan la España real. La de nuestros padres y abuelos currantes y la buena gente que siempre sufre lo peor de los más malo del género humano. Los de ningún bando. Militantes frente a sufrientes. Chupópteros y dogmáticos o aspirantes contra ingenuos. La vida misma, hoy como ayer.
Hace meses que recibimos cientos de mensajes preconizando todos los males del infierno desde que los “hunos mandan sobre los otros”; Unamuno siempre presente. Como Machado: ”españolito que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.
¿Dónde estamos y qué nos espera a quienes aborrecemos cualquier extremo? Azules y rojos, y hasta blancos, amarillos, verdes o negros. Todos primos hermanos buscando lo mismo: ¡quítate tú que me ponga yo! Y así vamos.
Pero esto tampoco es la primera vez que ocurre en nuestra historia reciente. Hace dieciséis años sucedió igual, pero al contrario. Los “otros contra los hunos”.
Voy a decir algo que duele, al margen de colores o ideologías, porque en otros países hubiera sucedido al revés. Nos conocían bien los muñidores asesinos; esos que todavía desconocemos digan lo que digan quienes lo digan. En 2004, cuando los atentados en los trenes, se acusó al gobierno de mentir. Y quizás hubiera algo de razón, dentro del desconcierto subsiguiente y también del interés partidista; como ahora. Y hubo un cambio de partido gobernante. En otros sitios, con razón o con dudas, sus ciudadanos habrían cerrado filas en torno al mando legítimo. Esa es nuestra penosa carencia como auténticos patriotas, que viene al menos desde mediados del siglo XIX. Y envidiamos el valor patriótico de otros países cuando en solidaridad pocos nos ganan.
Por eso, porque ni España ni los españoles lo merecen, ahora, bulos no, pero censuras tampoco. Hartos de mentiras tan mal intencionadas como absurdas, descubrimos indignados que la respuesta de los que gobiernan es censurar redes sociales para que no se difundan mensajes contrarios. Y empesebrar medios de comunicación. Pero vamos a ver, ¿ustedes no alardean de democracia y libertad? ¿Y eso es censurar o comprar comunicadores? ¿No se estarán dejando manejar por quienes no creen en ello, aunque vistan de apariencias? Esos que tienen en su ideología una religión política excluyente y liberticida. Pero les asoma el plumero cuando dan rienda suelta a sus adentros y pueden obrar.
Déjense de censuras y permitan que cada cual se exprese. Y que los españoles podamos reflexionar y actuar en consecuencia cuando esto pase. Solo, faciliten información veraz. Y para eso, sean transparentes, téngannos como adultos y faciliten la libre información. O defiéndanse en los tribunales si se sienten calumniados.
Si insisten en actitudes dictatoriales, no mientan después. Demostrarán que solo les interesa esta democracia y nosotros para chupar de nuestra teta; lo que defienden sus críticos. Sí, sí, algunos de esos de los bulos, que también conocemos.
Y elogien, hagan justicia y defiendan a quienes realmente son ciudadanos ejemplares. Los españoles de las batas, uniformes y balcones que decíamos.
O quizás sea el momento de un paso más, que defienden algunos amigos, aparte de pactos nacionales. Una coalición coyuntural constitucionalista para enderezar España dentro del sistema. Aunque harían falta estadistas. ¿Los hay?
Y lo peor es que tras esta crisis el mundo cambiará, una vez más, antes que España. Y de no anticiparnos, perjudicará a otra generación que tampoco vivirá mejor que sus padres.
Responsabilidad de quienes antepongan el partido a la nación y a sus ciudadanos por ideologías vacuas, apenas distinguibles aquí en sus efectos reales.
No podemos seguir instalados en que nosotros somos los buenos, por definición, y ellos siempre los malos. Maniqueísmo político puro. Una solemne mentira.
Solo la creen y defienden los malvados, los interesados o los tontos.
Mientras, sin fútbol, el Barça de Bartomeu sigue su descomposición, como anunciamos hace meses. ¿Por qué no se va?
Y el Murcia no arranca. Por eso votamos algunos contra el cambio de estatutos. Debió haber una lista de enganche con nombres y aportaciones ciertas que garantizaran una ampliación ambiciosa.
Tiempos de pensar, de aprender y enmendarse.