Lugar: Palacio de los Deportes. Madrid
Fecha: 29 junio 2014
Asistencia: 9.000 personas
Artistas Invitados: -
Precio: Desde 48 euros
Dignificando el oficio de cantante con autoridad y carisma
Cuando uno sale de un concierto de Bunbury no puede dejar de pensar en la chusma que hay por ahí devaluando el oficio de cantante. Bueno, en realidad este pensamiento aparece apenas transcurridos 10 segundos de concierto, cuando el músico aparece súbitamente al fondo del escenario como si de una aparición mariana se tratase. No hace falta ni que empiece a cantar.
Pero es que la banda arranca derrochando épica con los acordes iniciales de 'Despierta' y, cuando el cantante canta (muy entonado toda la noche), los pelillos de las 9.000 personas congregadas para la ceremonia en el Palacio de los Deportes se erizan sin remedio. Es esa sensación tan agradable y de inevitable gustito que te indica que esto significa algo más. Algo que no necesariamente hay que explicar, pues basta con mirar a tus compadres para, con una mirada, compartir el momento.
Seguimos la noche con 'El club de los imposibles', 'Los inmortales' y un recuerdo para el injustamente denostado debut en solitario de Enrique, aquel 'Radical Sonora' de 1997, del que suena 'Contracorriente'. El sonido es limpio y potente, la banda se sabe la lección de memorieta y arropa con solvencia a un cantante que es puro carisma, pura pose bien entendida. Es Bunbury, caramba, el directo es su mejor baza y todos ya lo sabemos.
'Hijo de Cortés' y 'Ódiame' preceden a ese nuevo gran himno que es 'Más alto que nosotros sólo el cielo', una canción señalada por el público como su favorita del más reciente disco de Bunbury, 'PaloSanto', que es la excusa para esta gira mundial que antes de llegar a España ha recorrido ya toda América, y que a dicho continente regresará próximamente.
El karaoke prosigue sentido y emocionado con 'Porque las cosas cambian', 'Destrucción masiva', 'El extranjero' (su ritmo trotón balcánico siempre levanta a los graderíos, no falla), y una versión ralentizada de 'Deshacer el mundo', el único recuerdo a Héroes del Silencio de la velada, que por supuesto fue coreado hasta vomitar sangre por la entregadísima concurrencia. [Todas las fotografías son de Jesús Jiménez]
Las canciones se suceden y cuentan en esta ocasión con un montaje escénico más trabajado que en giras pasadas, haciéndose evidente la apuesta de Bunbury por asentarse como icono del rock en castellano en todo el mundo. Las cámaras que graban el concierto para su futura edición en CD y DVD ayudan a crear ese ambiente de que algo especial está aconteciendo.
La grandilocuencia se apodera del Palacio de los Deportes con 'El Rescate' (maravillosa letra), 'Los Habitantes' (maravillosa letra y maravillosas guitarras, ya con Jordi Mena felizmente de vuelta tras su intervención quirúrgica por desprendimiento de retina), 'Salvavidas', 'El hombre delgado que no flaqueará jamás', 'Frente a frente', 'Que tengas suertecita', 'De todo el mundo' y ante la duda un 'Sí'.
Antes de los bises todavía hay tiempo para una 'Lady Blue' que vuelve a poner en pie a todo el pabellón, con miles de brazos por enésima vez repletos de pelillos erizados, el único reconocedor de emociones realmente fiable cien por cien. Ni trampa ni cartón, ni polígrafos ridículos, ni patrañas de postureo. La gente se abraza y hay quien se arrodilla en momento pletórico.
Las sorpresas llegan con los bises con las apariciones de Iván Ferreiro y Quique González para cantar 'El cambio y la celebración' y 'Bujías para el dolor', respectivamente (con más sensibilidad uno, pletórico de rabia el otro, cada uno muy acertadamente en su papel, aunque eclipsados por el aura y la voz del maestro de ceremonias). Son dos momentos especiales y muy aplaudidos por la parroquia, que a estas alturas ya sólo aúlla para intentar alargar lo más posible una noche de lujo que se dirige inexorablemente hacia su final.
Bunbury utiliza su habitual discurso para arengar a las masas una vez más con aquello de que ellos van a seguir tocando hasta que no haya luces ("una más y no os jodemos más"), y es entonces cuando llegan 'Infinito' (qué recuerdos, eh, pero ya no duele, ahora es mirar atrás con alegría), 'Sácame de aquí' y el final por todo lo alto con confeti incluido con 'El viento a favor', con su mensaje de positivismo calando bien profundo. Porque si Bunbury va a más, todos nosotros también podemos siempre ir a más.