Si las 81 universidades españolas pasaran auditorías como las cajas de ahorros descubriríamos que muchas deberían cerrar, y que otras son chiringuitos controlados por partidos y sindicatos, lo que explica que ninguna de ellas llegue al puesto 200 de la acreditada lista Shanghái.
Ya puede prometer una revolución el ministro Wert. Sabiendo que algunos rectores son del PP, aunque la mayoría pertenezcan al PSOE e IU, hará lo de los bomberos que no se pisan la manguera.
Hace 30 años en España había 34 universidades y 700.000 alumnos. Hoy, son 81 universidades con 1.633.183 alumnos.
Lo llamativo es que, según el Instituto Nacional de Estadística (INEI), sólo hay 2.237.976 españoles entre los 18 y los 24 años de edad.
Es decir, casi dos tercios de los jóvenes son universitarios que disponen, también según el INE, de 130.000 catedráticos y profesores, muchos vagos y enchufados: uno por cada 12,5 alumnos.
En la selección de los rectores en las universidades públicas participan los bedeles, limpiadores o jardineros.
La falsa democracia ha destruido la universidad. La lista Shanghái descubre que las mejores universidades tienen los mejores cerebros para regirlas, seleccionados por otros grandes cerebros, cazatalentos universitarios a los que buscan en cualquier parte: Yale, Harvard y demás hicieron como Inditex con Pablo Isla.
Aquí, un líder de CC.OO. o UGT, o un estudiante sindicalista emplean a quien quieren en la universidad prometiéndole a un candidato a rector votos para que sea elegido: así hay tanto inútil y sinvergüenza autoproclamado Rector Magnífico.
Hace unos días un diario alemán, el Sueddeutsche Zeitung, informaba del nepotismo, la corrupción y la incompetencia que dominan las universidades españolas.
Ni Wert ni nadie arreglará esto mientras no se haga explotar la burbuja universitaria, creada sin orden, ni concierto, ni sentido de la dignidad.
Es como la burbuja inmobiliaria, a veces es ambas cosas, que debe destruirse para empezar algo nuevo.
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SALAS
Foto de portada por: Mikel Aguiregabiria