En el siglo XVII se produjo en Holanda una de las primeras burbujas económicas de las que se tiene conocimiento, en concreto se trató de una espiral especulativa tan fuerte sobre el bulbo del tulipán que uno sólo llegó a valer tanto como una lujosa mansión. Se trataba de una exótica flor recién llegada a los Países Bajos, cuyo terreno ganado al mar se convirtió en idóneo para su cultivo; a todo ello se añadió la aleatoriedad cromática de las flores que salían de estos bulbos, que hacía que las variedades más raras fueran las más deseadas. Sobre 1630, el precio del bulbo se disparó fuera de control, a esto se sumó una epidemia de peste que diezmó la mano de obra que lo cultivaba y así se encareció aún más el producto. Se llegó incluso a especular sobre los bulbos todavía no cultivados (mercado de futuros) y mucha gente se endeudó para hacer operaciones ellos; al final, en una época en que un salario anual medio era de unos 150 florines, se llegó a pagar más de 90.000 por un lote de tulipanes.
Al final sucedió lo inevitable, llegó un momento en que los tulipanes dejaron de interesar, no se vendían y el mercado colapsó, bajó en picado el precio del tulipán hasta su precio real y, como mucha gente se había endeudado para adquirirlos, de repente se encontraron con que eran propietarios de una flor que no valía nada, fueron a la bancarrota y la economía holandesa quebró. Este fenómeno ha pasado a la historia como la tulipomanía.
En los años veinte del siglo XX hubo en Estados Unidos un fenómeno similar; el país vivía una época de prosperidad después de la Gran Guerra, la industria automovilística americana estaba en auge y las acciones de las empresas cotizadas en bolsa sufrieron de alzas continuas. Se entró en una espiral alcista en la que el gran público empezó a especular en bolsa, institución en la que hasta entonces sólo invertían los inversores cualificados. Gracias al telex, todo el país estaba al día respecto las cotizaciones, incluso se instalaban máquinas de telex en comercios o barberías con información bastante actualizada de las cotizaciones y, así, todo el mundo se lanzó a la aventura bursátil sin tener formación ni conocimientos, simplemente porque parecía un negocio sin fin. La gente se endeudó para comprar acciones con la esperanza de devolver las deudas en el momento de venderlas y así quedarse con el beneficio. Cuando se produjo el crack en 1929, la gente se lanzó a vender, la tecnología de la época no podía procesar a tiempo la avalancha de órdenes de venta y las cotizaciones cayeron sin control; así se se produjo lo mismo que en el caso de la tulipomanía, la gente endeudada no podía devolver los préstamos y se vieron de repente en la bancarrota, ello arrastró a muchos bancos y al final el sistema económico colapsó, con el agravante de que la crisis se contagió a todo el mundo por aquello de la globalización. Empezó la Gran Depresión.
En la primera década del siglo XXI, debido a la aparición del euro y a la llegada masiva de capitales desde el sistema financiero europeo se produjo en España otro fenómeno similar, esta vez sobre la construcción y la vivienda; el dinero entonces llegaba a raudales y a precio muy barato, ello hizo que el acceso a la financiación fuera muy fácil. El gobierno hizo cambios legislativos tendentes a liberalizar mucho las transacciones inmobiliarias, como la Ley del Suelo y el sistema financiero relajó en muchos casos los criterios para la concesión de los préstamos hipotecarios. Todo ello, junto a otros factores, provocó la subida del valor de la vivienda; a medida que la financiación de la vivienda era más fácil, el precio exigido subía, se alargaban los plazos de los préstamos y, en lugar de contener los precios, estos volvían a subir. Es decir, como mucha gente sólo mira la cuota mensual que paga, si incrementamos el capital y el plazo de la operación la cuota mensual del préstamo puede parecer casi constante, hasta que la subidad de precio sea tan grande que no se pueda compensar alargando el plazo y la cuota mensual se dispare; al final se llegó a financiar muchas viviendas hasta a cincuenta años y con tantos por ciento de financiación altísimos. Este fenómeno también afecto a la construcción de nuevas viviendas, se llegaron a financiar solares urbanizables por importes que iban bastante más allá de lo razonable.
Al final, pasó lo mismo que en las otras ocasiones, hubo una crisis de confianza en EEUU por la caída de Lehman Brothers que provocó que el dinero dejara de fluir, se dejó de dar crédito y, por ello, se dejaron de construir o vender viviendas. En un país excesivamente dependiente de la construcción, la crisis estaba servida; las empresas y particulares no pudieron atender sus compromisos, muchas empresas cerraron, despidieron a sus trabajadores y estos ya no pudieron pagar sus deudas., algunas entidades tuvieron problemas y ello provocó una auténtica reestructuración del sector bancario, en concreto de las cajas de ahorro.
Estos últimos días ha sucedido otro caso similar. Hace pocos años se creó la que parecía la moneda del futuro, el bitcoin, moneda sin ningún respaldo legal que circula por la red, que era aparentemente segura y ha sufrido un alza impresionante en su cambio en muy poco tiempo. Esta última semana ha cerrado uno de sus principales proveedores en Japón y han saltado todas las alarmas, parece ser que esto será el fin de esta moneda libre. Todavía es temprano para decirlo, pero es bastante probable que no sea más que una operación piramidal de dimensiones dantescas.
Todos estos fenómenos no son más que burbujas especulativas, en un momento dado nos ponemos todos de acuerdo para dar un valor desorbitado a algo que no lo vale, nos lanzamos a especular pensando que nos haremos ricos y al final llega el batacazo que pone las cosas en su sitio. Lo curioso del caso es que todos los casos descritos siguen patrones comunes; es decir, no aprendemos de los errores, ya que la codicia forma parte de la condición humana. Personalmente preferiría pensar que cada vez sabemos más y que no volverán a suceder pero tengo que reconocer que lamentablemente continuarán habiendo burbujas especulativas. El problema será poder detectarlas a tiempo para tomar medidas correctoras, aún así, ¿quien es el valiente que se atreverá a poner el freno en una espiral optimista?