Un poco más tarde de lo previsto nos bajamos del tren que nos había llevado desde Amsterdam a Leiden, cerca de la capital y una auténtica desconocida.
Hicimos un checkin express en el hotel Golden Tulip y nos dirigimos al mercadillo de Leiden. Decenas de puestos de frutas, verduras, ropa, pescado, quesos y otras maravillas llenaban el casco de esta ciudad estudiantil cuyos canales no tienen nada que envidiar a los de Amsterdam.
De regreso al acogedor Golden Tulip tuvimos tiempo para descansar un poco antes de salir a cenar en el Koetjes & Kalfjes, un lugar elegante en el que, una vez más, nos sorprendió la oferta culinaria de Holanda.
Por supuesto, la noche no terminaba aquí. Desde el restaurante nos acercamos a un muelle cercano donde embarcamos para hacer un crucero nocturno por los canales de Leiden. Como no podía ser de otra forma, la tripulación nos trató de maravilla y nos hizo sentir auténticos invitados de lujo.
Pero esto no era todo... A continuación nos llevaron al teatro de Leiden, el más antiguo de Holanda, donde el director de marketing nos dispensó un trato preferente, contándonos la historia de esta institución antes de asistir a un espectáculo musical con mayúsculas, Blaze. Se trataba de una obra que reunía a streetdancers de todo el mundo que nos impresionaron con sus movimientos acrobáticos.
Después de la obra todavía nos quedaban algunas fuerzas para apuntarnos a la fiesta post-actuación en una discoteca cercana. Poco a poco nos fuimos retirando, rendidos ante un día tan completo y en previsión de lo que todavía nos quedaba por disfrutar al día siguiente.
El domingo por la mañana, tras el desayuno, nos reunimos todos en nuestro hotel para empezar el circuito guiado por el centro histórico de Leiden. Incluso el tiempo nos acompañó en el paseo por las calles de esta agradable ciudad, durante el cual nos enteramos de su historia y descubrimos sus rincones más interesantes.
La guía que nos acompañó durante este recorrido fue casi la única persona que nos habló en inglés. Todos los demás acompañantes, camareros, responsables,... se dirigieron a nosotros en castellano, detalle que se agradece sobre todo por el esfuerzo realizado.
La directora del museo De Lakenhal tomó el testigo para continuar la visita a Leiden, intercalando historias y anécdotas de la ciudad con las obras de arte expuestas y la relación de Holanda con España.
A cada momento se percibe la inquietud que tienen los holandeses por dinamizar la vida cultural de su país y el museo sirvió de claro ejemplo. Alojado en un edificio histórico que en su día albergó la mayor industria de paños del mundo, sus contenidos no sólo se centran en las obras de arte de esa época sino que intentan fusionarlos con arte moderno para provocar la reflexión, incluso la polémica, en el espectador.
Tras reponer fuerzas en el restaurante Einstein, se acercaba el momento más esperado por algunos: la visita a la casa de San Nicolás. La versión holandesa de este personaje histórico se llama Sinterklaas y es un santo holandés que vive en España. Casualmente, acababa de llegar a Holanda en su habitual peregrinación anual desde nuestro país, navegando en barco de vapor. Acompañado de sus pajes recibe a los niños, escucha sus peticiones y la noche del 5 al 6 de diciembre entrega los regalos a aquellos que se han portado bien durante el año.
Después de semejante experiencia, ya nos quedaba poco tiempo en Holanda. Era el momento de regresar a casa y preparar el calcetín para que Sinterklaas no se olvidara de nosotros. Le pedimos... volver a Holanda pronto! (un nuevo síntoma de holanditis)