Revista Opinión

Buscando desesperadamente una esperanza

Publicado el 12 mayo 2012 por Romanas

Buscando desesperadamente una esperanza  Pues, sí, va a ser que sí.  La gentuza ignorante que nos estaba gobernando ha sido sustituida por una gentuza tan ignorante como aquélla que, además, no tiene ni el menor atisbo de vergüenza, a un pobre hombre como aquel Bambi, que en su vida las había visto tan gordas, y que era superado por todo el mundo y por todos sitios y que por eso le decía que sí a todo lo que le proponía Botín, le ha sucedido gente como Rajoy, un perfecto descarado, lleno de cinismo que no ha tenido inconveniente alguno en amasar una fortuna multimillonaria, cobrando del bolsillo de todos los españoles por todos los sitios, como capitalista puro, de la jodida especulación financiera, como político en ejercicio, el mejor sueldo del PP, como propietario inmobiliario, sus correspondientes alquileres y COMO REGISTRADOR DE LA PROPIEDAD DE SANTAPOLA, varios millones de pesetas MENSUALES, coño, y todo este asqueroso y putrefacto país se lo ha consentido con esa inmensa conspiración de silencio en la que han participado INCLUSO SUS RIVALES POLÍTICOS,  de modo que la triple interrogante mourinhista se impone: ¿por qué, por qué, por que?  Y, entonces, coño, no tiene más remedio que venirme a la cabeza lo que dicen, lo que no se cansan de decir todos esos jodidos chateros que propugnan que "Psoe y PP la misma mierda es" y si eso es verdad, como parece, no nos queda otra solución que el más gigantesco de los suicidios colectivos porque no nos merecemos otra cosa ya que nos lo hemos ganado a pulso.  Y algo, en mi interior, se rebela poderosamente y se niega a admitir que todo esté tan irremisiblemente perdido porque no lo ha estado en otras épocas de la historia en las que la situación de esta jodida humanidad parecía todavía peor.  Parece como si este jodido ser humano que, a veces, me produce esta invencible repugnancia de tan deleznable como yo lo veo, extrae de no se sabe dónde, porque ya parecía hundido para siempre en una sima inexpugnable, una fuerza incontenible que le hace sobrenadar en medio de este inmenso mar de mierda en el que ahora se debate.  Y la verdad es que no sé de dónde saco esta lejanísima esperanza redentora estando, como estamos, sumidos en el peor de todos los escenarios históricos porque antes, la humanidad se debatía en situaciones tan catastróficas como las actuales, pero nuestra condiciones personales nunca se degradaron hasta estos extremos en los que parece que a esta gentuza genuflexa que nos rodea sólo le preocupa las obscenas vicisitudes personales de algunas ridículas prostitutas realmente impresentables o la asquerosa e insoportable soberbia de algunos repugnantes tuercebotas.  De modo que busco desesperadamente algo en que apoyarme para abandonar esta  irremediable desesperanza que no puede conducirme  más que a la peor de las infelicidades y sólo la encuentro en esas profecías que, por cierto, tanto nos han fallado hasta el momento, las marxistas.  Según Marx y sus mejores discípulos, el materialismo histórico, la fuerza incontenible de los ciclos económicos nos conducirá indefectiblemente a la rebelión del proletariado, de esas masas auténticamente famélicas a las que el hambre y las otras necesidades las empujarán, una vez más, a enfrentarse contra las canallescas bayonetas esgrimidas por esos descerebrados que no alcanzan a comprender que aquellos a los que atacan no son sino ellos mismos, sus hermanos.  Es una esperanza, la única, y cada vez más tenue puesto que se enfrenta a unas fuerzas represivas cada día mejor dotadas y entrenadas.  Pero el dolor humano es una fuente de energía realmente inagotable y actúa como la electricidad que se va almacenando en las baterías  hasta que las llena de una fuerza que se torna incontenible y que acaba no sé cómo moviendo, acelerando la  historia.  Es mi única esperanza, aunque sé muy bien que es más que nada no ya filosófica sino también, peor, simplemente retórica.  Pero es lo único que me ayuda no ya sólo a mantenerme vivo sino también a seguir trabajando aquí, todos los días, al pie de esta pantalla, a la que traslado no sólo mis inquietudes sino también mis esperanzas.

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