Spring Street Signage by Patti Mollica
Entre mi biblioteca y la de mi padre hay varios abismos. De chica me acercaba a sus libros sólo para olerlos y pasar mi mano por sus tapas duras. De encuadernación perfecta, me llamaba la atención el entramado que en la parte interior del lomo unía las hojas. Nunca leí más allá del índice o de las letras doradas de los títulos.
Hoy no recuerdo la temática de los mismos, pero sí la alineación casi perfecta en la estantería, o al libro olvidado en la mesa ratona cerca de una taza de té.
Tal vez me enamoré del acto silencioso, solitario e introspectivo al que obliga la lectura. Una relación absolutamente monogámica entre mis dedos y las hojas, entre mis ojos y las palabras.
El ritual de andar con libros por doquier, doblar los extremos de la página para señalar, firmarlos al inicio y desear que se borre la editorial o el año de impresión, pero nunca la propiedad o el momento de apropiación. La firma estampada junto a una nota que dice que el libro lo ha elegido a uno, saltando desde un escaparate y rogando para que me lo llevara.
Deli in Tribeca by Patti Mollica
Cruzando el abismo está mi biblioteca, que vive lejos de la filosofía y de los autores de culto, lejos de Borges y de Rayuela, obviando prosas y poesías. Plagada de historias mínimas, autores desconocidos, tapas blandas, desorden temático, calles de mi niñez, frases cursis y alentadoras.
Mis libros son como las hojas caídas de otoño, todas del mismo árbol, jugando en la vereda y adquiriendo diversos matices.
Aún en los libros que he abandonado hay una oración que me pertenece.
Sueño con unir todas esas oraciones en un nuevo libro de tapa blanda, letras rústicas y hojas amarillas mecanografiadas.
perro1970, taller, literario, relatos, arte, biblioteca, libros, palabras, otoñoperro1970, taller, literario, relatos, arte, biblioteca, libros, palabras, otoño