Revista Salud y Bienestar
Clara tiene razón cuando dice que la cafetería no es el mejor sitio para vomitar. Para vomitar todo lo que a uno le hacen tragar diariamente contra su voluntad, se entiende. Y es que, de un día para otro, el café de la mañana puede pasar a ser de una reunión inocente de compañeros de trabajo a un foro en el que se sacan a relucir los aspectos más siniestros del sistema sanitario.
Yo también pienso, al igual que Clara, que la crítica a la hora del café sólo sirve para volver a la consulta de mal humor y, por tanto, intento evitarla como la peste. El hospital no se arregla en la cafetería. Me resulta mucho más productivo el famoso "Café de ideas" que Rosa, la enfermera 2.0, propone realizar en los descansos del personal para convertir de forma amena y sencilla las debilidades de un servicio en oportunidades, usando términos de análisis DAFO.
Pero bueno, eso es otra historia. A mí hoy me preocupa otra cuestión más soez de puro fisiológica: si la cafetería no es el sitio, ¿dónde puedo vomitar?
Hace unos días leí la famosa carta de Enrique Gavilán en la cual hace públicos los motivos por los cuales se ha negado a firmar su contrato de gestión: directa, concisa, educada, clarividente, sin bilis. Se puede leer aquí. Quizás ése sea el secreto: no se trata de vomitar. El vómito lleva ácido clorhídrico y sólo sirve para corroer. Se trata de transformar la crítica propia en palabras constructivas. Sí, seguramente deba hacerse así.
Foto: Reunión de médicos, siempre caracterizada por zuecos de colores imposibles, por cortesía de Clara Benedicto.