Amanece una mañana radiante de sol, que te ayuda a levantarte del eterno pecado de la pereza. Es un día de verano más, tienes 20 años y estás dispuesta a disfrutar cada momento, hoy todo va a ir bien.
Minutos más tarde cambias de opinión. Estas entre paredes blancas, debatiéndote entre la vida y la muerte, pues tu cuerpo ha decidido que quizá no era un buen día para disfrutarlo. Huele a frío, a dolor y miedo. Y cuando te dispones a preguntar qué pasa, estás inmerso en un sueño profundo que despierta cinco horas más tarde y con 20 centímetros menos de intestino.
Intentas reponerte, preguntar y situarte en este punto de tu vida, que ha cambiado por completo sin pedirte permiso alguno. Quién iba a decirte, que tras seis años de tu vida confiando en el sistema sanitario y creyendo tener “anemia” y padecer de “nervios” te iban a detectar una enfermedad intestinal crónica que casi acaba con tu corta vida.
Pero lo fácil ya había pasado.
Una vez empieza tu vida con la C de “Crohn” pero también con la C de “Cómo narices salgo de aquí ahora”, empiezan a recorrer por tu cuerpo miles de sensaciones que solo se expresan mediante lágrimas y llantos que jamás son suficientes. Te cavas tu propio pozo con cada duda y preocupación, con cada noticia nueva sobre esta enfermedad y con cada día que despiertas y deseas con todas tus fuerzas que ojalá volviera a ser aquella mañana de sol radiante para poder cambiar el curso de las cosas y no estar viviendo esto.
Pasa el tiempo y te vas haciendo más fuerte. Llega un punto que te das cuenta que te quieres más que nunca porque jamás habías estado tan pendiente de ti misma. Soportas cualquier comentario, incluso aquellos que consideran tu situación como una broma donde lo más grave es el no poder beber alcohol teniendo tan solo 21 años. Pequeños ignorantes.
Ellos no saben lo que es tener una segunda oportunidad, lo que es considerar tu vida más valiosa que nada ni nadie. Pequeños ignorantes, son aquellos que intentan ayudarte y lo hacen pisando más fuerte en tu dolor, los que no ven la necesidad de programar bien una salida o los que jamás aceptarán que la C de “Crohn” pero también la C de “Creo que me lo hago encima” te cambie la vida por completo.
Al fin y al cabo, ellos no tienen cabida en la C de “Crohn” pero también en la C de “Círculo de importancia”. Por lo que te dispones a pensar en ti, a ser tremendamente egoísta porque tu salud y bienestar es lo primero y porque, en realidad, sabes que eres la única que verdaderamente sufre esto y la que únicamente sabes buscar la propia felicidad.
No puedes olvidar, la C de “Crohn” pero tampoco la C de “Cambios”. Donde tu prioridad ya no es salir de paseo sino ir de paseo situando WC próximos, donde la farmacia ha desbancado al centro comercial como “segunda casa”, donde tu cicatriz te parece más bonita que todo tu cuerpo y donde el amor que buscabas no lo encontraste en la calle sino que lo encontraste dentro de ti.
Y realmente, dentro de todas estas frases que esconden desahogos personales, encuentras tu felicidad. Porque al fin y al cabo es lo que el destino quiso poner frente a ti, y porque sabes que gracias a ese día de sol radiante tu vida cambió y descubriste quién eres realmente y todo lo que puedes llegar a quererte. C de “Crohn” pero también C de “Cosechar amor propio” y hacer de tripas corazón.
Miriam.P