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EL CLAVO
Un dictador cualquiera ha huido al exilio y ahora comienzan a emitirse los reportajes sobre su régimen,los crímenes habituales, torturas, encarcelamientos sin juicio, crueldad, corrupción, pero de pronto un detalle:que el modo en que sus secuaces se deshacían de los enemigos era clavándoles un clavo en el cráneo.Horror, entonces, lo que se viene a la mente tras el horror, tras esa primera sensación de que nunca recobrarás el aliento,la mente imagina -cómo no sentirse aniquilado por eso- aquel golpecito preliminar, lo sientes en los tendones de la mano,recuerdas el modo en que pones tu clavo cuando estás intentando montar algo, hacer algo, baldas, una cama;el primer golpe suave para fijar la punta, luego otro ligeramente más fuerte para incrustarla un poco más...No, basta: esto sólo puede ocurrir en la ficción, en piedra, en un cuadro, no en la realidad, nunca aquí;podría ser simbólico, pero nada verdadero, algo que tuviera algún tipo de significado, nunca algo que haya ocurrido,algo que pretende ir más allá, que quiere implicar a esa masa inmóvil de materia que tenemos en el pecho;como la imagen de un rostro apenado, que lo siente por nosotros, pero no como tales, nosotros como ficción, un cuento moral,una manera de decir que el dolor es ilimitado, un modo de decirnos que siempre debemos tener en cuentaque somos nosotros los que hacemos eso, los que fijamos la punta, la incrustamos, los que levantamos el martillo y guiamos el clavo,guiamos ese clavo que es el eje alrededor del cual gira toda la brutalidad del mundo humano en torno al mundo.
C. K. Williams en Reparación (2007).
Traducción de Jaime Priede.