Ciudadanos acaba de romper la delicada vajilla que usaban socialistas y populares con los nacionalistas para comidas de convivencia al proponer una ley en el Congreso según la cual conocer las lenguas cooficiales donde coexisten con el castellano no sea un “requisito” indispensable para ser funcionario, sino solo un “mérito”.
Con este proyecto C’s, aplaudido fuera de las CC.AA. con lengua propia, le ha metido un cuatro a cero electoral a los demás partidos, y un cinco a cero si finalmente el bable se suma a las actuales lenguas cooficiales catalán, gallego, valenciano y vasco.
“Queremos que se garantice la igualdad en el acceso al empleo” dice Albert Rivera al presentar la proposición porque “una cosa es que el idioma cooficial sea un valor positivo y otra que sea una barrera”.
Pero los partidos tradicionales, entre ellos el supuestamente “centralista” PP, a los que se ha sumado Podemos, han reaccionado con ira porque, dicen, todo marcha bien como está.
Todos esos partidos exigen mantener las colmenas que expulsan a las abejas que no emiten exactamente su mismo zumbido, a pesar de que pierden muchas de sus mejores obreras, como ocurre en Cataluña o como podría comenzar en Baleares, incluso en Valencia.
Es una situación que molesta a al menos el 85 por ciento de los españoles, abejas obreras que al preferir zumbar en castellano son indeseables para las reinas de las colmenas con zumbido cooficial, cuyas obreras sí pueden entrar en las de zumbido castellano.
Además, y siguiendo al bable si se convierte en lengua cooficial, exigirán igual estatus otras fablas, como las aragonesas, las extremeñas y, cómo no, el andalú o el divertido ferrolés, dialecto local ferrolano, y entonces se cerrará al exterior toda tribu-colmena, suicidamente endogámica e incestuosa.
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