C215 es el nombre artístico de Christian Guémy, un francés afincado en el mundo, pues, como reza el título de esta entrada, su trabajo se extiende a lo largo y ancho del planeta, dejando una estela colorista y vital a su paso. Bello reflejo del graffiti convertido en arte. Muchos dirán “pues claro!” acostumbrados ya a que su firma esté de moda y ellos lleven años disfrutándola. Otros, que se acercan a buchitos a esto del arte callejero, tal vez descubran con asombro lo que encierran sus stencils. Para todos, simplemente es un nombre que seguramente deban recordar, porque dentro de 20 años ya no serán sólo Banksy y Obey los mitos del graffiti y también porque, gracias a gente como Guémy, este vandalismo artístico, se consagra cada día como lo que es. Un lenguaje pictórico que, sin desmerecer, embellece.
Su trabajo se centra principalmente en retratos, plagados de color y expresividad, que convergen gracias a su hábil mano con las plantillas, en un universo de líneas inconexas que confluyen en un punto de homogeneidad. Un laberinto de color que sólo cobra sentido en sus manos, cuando termina una nueva obra y ésta contiene un mundo de rostros reconocibles en una ciudad (tantas ciudades ya) llenas de caras desconocidas.
Al contrario que ocurriera en ‘El retrato de Dorian Gray’ o las siluetas que se plasman en óleo, estas caras envejecerán, como las reales de los retratados, figuras efímeras ambas que se unen gracias al paso del tiempo que a las dos, afecta por igual.
Pero sus graffitis esconden más protagonistas. No sólo la cara de su hija o la de sus conocidos, también mendigos, otros artistas urbanos, gente de la calle, sujetos de su pasado, un conglomerado multicolor de personajes que cobran vida en las esquinas y los buzones de correos de decenas de ciudades del mundo. En las cabinas telefónicas o en las traseras de camiones de reparto. En los cascarones de barcos que recorren cientos de puertos o en las estáticas puertas de cajetines de luz, que no se mueven pero ven la vida pasar frente a sus “ojos”, pintados, inmortales ante los otros ojos, los del ciudadano de a pie que los observa y ha aprendido a reconocerlos y admirarlos.
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© C215 – Nueva Delhi
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© C215 – Dublín
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© C215 – Londres
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© C215 – Amsterdam
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© C215 – Oslo
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© C215 – Nueva York
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© C215 – Roma
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© C215 – Praga
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© C215 – Barcelona
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© C215 – Berlín
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© C215 – Moscú
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© C215 – Casablanca
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© C215 – Marsella
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© C215 – Sao Paulo