Caballo por vaca

Recuerdo que los padres y abuelos de algunos amigos peninsulares solían contarme que en su juventud, que coincidía con la Guerra Civil o con los años posteriores, era frecuente comer carne de caballo. “Es una carne bastante magra. algo más dura que la de vaca y de buen sabor” me decían. Supongo que el hecho de que a algunos les produzca repulsión comerla es una cuestión cultural, de la misma forma que a una estudiante de intercambio norteamericana que recaló por mi casa allá por mi adolescencia le daban los siete males cuando veía los conejos en los mercados “con cabeza y todo”.

Me ha sorprendido que la polémica que se ha suscitado durante las últimas semanas por los hallazgos de carne de caballo en hamburguesas y productos preparados se haya producido precisamente por esa aversión y no por lo realmente importante, que nos están dando gato por liebre o caballo por vaca. Lo cierto es que, en lugar del vacuno que anuncian los etiquetados utilizan una carne que les resulta mucho más barata. Si me apuran salimos ganando con ese engaño, puesto que la carne de caballo tiene mejores propiedades nutricionales.

Lo que deberíamos sacar en claro de todo este asunto es que, en España, el etiquetado nutricional de los alimentos es patético, hasta el punto de que, no es que puedan darte caballo por vaca, sino obviar en la etiqueta componentes tan perjudiciales para la salud como las grasas trans. Es lamentable que en este país el etiquetado nutricional no sea obligatorio y más lamentable aún que, cuando los alimentos lo llevan, los consumidores ni se preocupen de leerlo.