Hay títulos que que no sabes muy bien como llegan a ti, y Caballos lentos es uno de ellos, un día te cruzas con él en Twitter y un tuit entusiasta te llama la atención y como obra de magia y sin saber muy bien porque se va cruzando en tu camino y va calando de forma subliminal y cuando la ocasión la pintan calva, tu dedo va directamente a ese título sin ningún motivo aparente. Solo después de mucho pensar te das cuenta del goteo de tuits que te han llevado a él y piensas que quizás, y solo quizás tus expectativas estén tan altas que te puedas dar de bruces.
Con ese miedo en el cuerpo comencé Caballos lentos, del que a priori únicamente sabía que era una novela de espías bastante alejada de los clichés tradicionales. el autor había aplicado un mano de chapa y pintura con el fin de adaptar el género a nuestros días, modernizarlo, y a fe que lo consigue con una dosis elevada de humor, de diálogos inteligentes y unos personajes potentes y muy bien trazados. Los puñales van que vuelan en el servicio secreto y Herron se atreve a destapar las cloacas del servicio de inteligencia británico.
Con el libro en casa descubrí que es el primero que se traduce al español, que la serie cuenta ya con cinco títulos publicados en versión original y que su políticamente incorrecto Jackson Lamb no está ni mucho menos acabado, con lo que tenemos espía para rato si esta primera novela tiene buena acogida en nuestro país. ¡¡¡Tengo cruzados los veinte dedos para que así sea!!!!
El autor:
Mike Herron nació en Newcastle upon Tyne y estudió en el Balliol College (Oxford). Es autor de la aclamada serie de Jackson Lamb, de la que ya han aparecido cinco entregas y cuya primera novela, Caballos lentos, fue finalista del Silver Dagger Award de la British Crime Writters Association.
Entre sus obras destacan la serie de Sarah Tucker y Zöe Boehm y las novelas Reconstuction, Dolphin Junction, que obtuvo ex aequo el premio de los lectores de la revista Ellery Queen en 2009, y Nobody Walks, que fue finalista del Silver Dagger Award en 2015 y fue incluida en la lista de las 101 mejores novelas negras de la década por la revista Booklist. Ha sido finalista de los premios Macavity, Barry y Shamus. Vive en Oxford.
Sinopsis:
El reino del irreverente y sarcástico Jackson Lamb está en Londres y se llama la Casa de la Ciénaga, un vertedero al que van a parar los miembros de los servicios secretos que han cometido un error, ya sea olvidar un documento en un tren, despistarse en una ronda de vigilancia o volverse poco fiables a causa del Alcohol. Sus colegas los denominan "caballos lentos", son los parientes pobres del espionaje británico y todos comparten las ganas de salir de allí a cualquier precio y volver a la acción.
De este extravagante grupo de proscritos, el más desengañado es River Cartwright, que se pasa el día trascribiendo conversaciones interceptadas de teléfonos móviles. Sin embargo, cuando se produce el secuestro de un joven y los autores amenazan con decapitarlo en directo por internet, River ve en ese acto una oportunidad para redimirse. ¿La víctima es quién parece ser? ¿Y que relación guardan los secuestradores con ese periodista caído en desgracia que los caballos lentos investigan? Mientras suena el tic tac que nos acerca al plazo establecido para la ejecución, River descubre que cada uno de los implicados tiene intereses ocultos, y si los caballos lentos no espabilan, el eco del crimen se difundirá por todo el mundo.
Mis impresiones:
Caballos lentos es una novela que va de menos a más, una novela que comienza muy pausada con un ritmo descriptivo para meternos de lleno en el ambiente decaído de la Casa de la Ciénaga, donde nadie está por gusto y en la que impera el mal humor, la apatía, un discurrir lento de los días dentro de la monotonía de unos trabajos que no tienen ningún sentido para quienes los realizan. Se nota que es la primera de la serie puesto que el autor se recrea en la ambientación física del lugar de trabajo de los agentes caídos en desgracia.
Y al mismo tiempo dibuja de forma concienzuda unos personajes complejos, llenos de matices, con un pasado que cambiarían si pudieran y un presente gris, ahogado en el alcohol en muchas ocasiones, en el que todos se odian entre sí, en el que compañerismo brilla por su ausencia y en la que la mayoría se pregunta que ha hecho el otro para estar allí, porque casi todos conocen el error que han cometido. Conforme avanza la novela el lector conocerá la metedura de pata de cada integrante de esta peculiar Casa, solo uno de ellos sigue envuelto en un aura de misterio, Jackson Lamb, quien dirige con mano de hierro ese grupo de espías caídos en desgracia y se asegura que entiendan que nunca volverán al servicio activo en Regent's Park.
Pero la acción no solo transcurre de forma pausada por las descripciones, si no porque el autor nos muestra los pensamientos tanto de los agentes como los del joven secuestrado, todo un mundo interior que llega a subyugarnos, sentimos el miedo que él siente, somos participes del esa intimidad a la que solo tiene acceso cada cual, Hassan se nos revela como un joven británico que no entiende como el color de su piel lo ha puesto en esa situación límite, en su fuero interno la policía lo rescata varias veces, en la realidad, soledad, oscuridad, frío y una mente que lo tortura con lo que pudo ser y nunca será, y un odio irracional que no comprende, pero que a los lectores, al menos a mí, me ha costado de digerir.
Conforme avanza la trama esa parte descriptiva va perdiendo peso y lo va ganando la acción, y no es que pasen demasiadas cosas, sin embargo notamos más dinamismo y eso se debe a los cambios continuos de escenarios, y también de actores principales, los pensamientos de Hassan van dejando paso a más actividad por parte de lo secuestradores. Los diálogos inteligentes van ganando peso y le otorgan una mayor agilidad a la historia que se va deslizando cada vez más rápida hacia un final en el que cualquier posibilidad cabía dentro de los cálculos del lector, pero solo una en los del autor que hace justicia poética con estos caballos lentos.
Mick Herron plantea una novela de espías sin el glamour de los clásicos, sin los enclaves exóticos y sin esos agentes todo acción y sonrisas blancas, adapta los temas que trata a las preocupaciones actuales, el terrorismo islámico, el auge de la extrema derecha... y los dota de un sentido del humor, y un sarcasmo muy inglés, muy seco y a la vez brillante.
Esos fogonazos vienen de la mano del personaje más políticamente incorrecto de las novelas de espías, Jackson Lamb, un obeso, desaliñado y con las manos grasientas por la comida que engulle, con una lengua afilada que saca a pasear y no deja títere con cabeza, un hombre mordaz, leal a los suyos, que aplica a la perfección las normas de Londres, pero en lugar de tapar su culo, tapa las puertas y ventanas de su reino, La Casa de la Ciénaga, y para ello juega todos las manos que conoce y hace todas las trampas que se le permiten. Un personaje tan repelente y flatuliento, como brillante en sus diálogos, de manera que al menos a mi me tenía el corazón dividido.
El autor nos sumerge en las cloacas del servicio secreto británico en esas misiones en las que el agente estaba solo si algo fallaba, en esos tejemanejes conocidos por pocos en el que todo lo que estaba controlado en algún momento podía saltar por lo aires. En la que las indiscreciones se pagan con el exilio, en las que para medrar tienes que pisar a un compañero. En las que cuando todo falla solo las cabezas pensantes de unos agentes un tanto oxidados pueden solucionar la misión o hundirla más en el lodo. Cuando la mierda puede llegar hasta el ventilador todo el mundo ha de ponerse en marcha, lo que parecía un secuestro sin malicia puede generar un enfrentamiento internacional, y poner a Reino Unido en el punto de vista una vez más del terrorismo islámico.
La novela se divide en tres partes, la primera es la más pausada para ir tomando ritmo a partir de la segunda, no nos encontramos ante un thriller vertiginoso, ni falta que le hace, si no más bien ante una novela muy bien escrita, con unos personajes que quitan el hipo, con una trama interesante, que trata temas actuales que preocupan tanto a los británicos como a cualquier país que el terrorismo islámico haya azotado, se echa de menos últimamente el lenguaje cuidado, sin pedanterías, crudo en ocasiones, sarcástico en otras, mordaz, sin miedo a poner los puntos sobre las íes, y todo esto lo vas a encontrar en la pluma de Mick Herron
Conclusión:
Lector si me has seguido hasta aquí ya intuirás que recomiendo encarecidamente esta novela, que seguro que hace las delicias de los amantes de los libros de espías, pero que también disfrutará cualquiera que guste de las tramas bien elaboradas, de los personajes contundentes, y de los temas candentes.
Caballos lentos es una gran opera prima, y espero que no tarde en llegar demasiado la segunda entrega, porque Jackson Lamb es un personaje con suficientes sombras como para atraer a cualquier lector, nada es lo que parece en la Casa de la Ciénaga ni en Regent's Park y será el lector el encargado de vislumbrar ese juego de luces y sombras que en ocasiones se intuye y otras veces nos es velado.