Desde que, allá en los tiempos del neolítico, nuestra especie se inició en las labores agrícolas, tuvo que ingeniárselas para conseguir que todo aquello que le entregaba la madre tierra le durase el mayor tiempo posible, a poder ser, hasta la siguiente cosecha.
No fue fácil, pues al riesgo de que la humedad estropeara los productos, había que añadir la presencia de animales en busca de un buen bocado.
Una solución que vino a hacer frente a ambos problemas fue la construcción de graneros elevados. Y a la vista de la proliferación de este tipo de construcciones a lo largo y ancho de nuestro planeta, cabe decir que resultó exitosa.
Por lo que respecta a la península Ibérica, es en la zona húmeda del norte donde más proliferó, siendo Galicia y Asturias las regiones en las cuales se han conservado en mayor número.
En Asturias, donde se estima que existen cerca de diez mil, encontramos tres tipos de estos graneros elevados: los cabazos, los hórreos y las paneras.
CABAZOS
Estas construcciones son una modalidad del hórreo gallego que encontramos en la zona occidental de la región con unas características comunes (tienen planta rectangular con poca anchura y cubierta de pizarra a cuatro aguas) y alguna otra que los diferencia.
Así, en las tierras del interior el cuerpo del cabazo suele estar formado por dos muros de mampostería, mientras que los lados mayores están cerrados por listones de madera. En la zona costera, los cuatro muros están construidos con mampostería revocada, dejándose varias aberturas rectangulares para la ventilación.
HÓRREOS
El tipo de granero más extendido es el hórreo, que encontramos a lo largo y ancho de la geografía regional, con varias tipologías o variantes.
Con corredor o sin corredor...
...con tejado de pizarra, de teja...
...o con cubierta vegetal...
El denominado hórreo beyusco, por su parte, presenta la particularidad de tener techumbre a dos vertientes y no a cuatro como sucede con el resto.
PANERAS
Al extenderse el cultivo de maíz por la región y ante la necesidad de aumentar el espacio para la conservación de este producto, a partir del siglo XVII el hórreo ve alargada su planta, pasando de cuadrada a rectangular. Esta modificación introduce algunos cambios en la estructura: se alargan dos de los trabes, se incorporan más pegoyos y se instala una viga cumbrera para mantener el tejado a cuatro aguas. Si a esto añadimos la aparición de un corredor para facilitar el secado del maíz, tendremos un nuevo granero con unas características tan peculiares que pasará a tener una nueva denominación: panera.
Las innovaciones introducidas favorecen la creatividad de los constructores, tanto en la decoración de las techumbres, donde se incorporan elementos cerámicos, como en el corredor espacio donde tallas y balaustres adquieren mayor protagonismo.
La adopción de la planta rectangular rompe las limitaciones iniciales y las paneras ganan dimensiones. Lo normal es que tenga seis pegoyos, pero no es infrecuente encontrarnos con alguna de ocho...
..o si las necesidades lo demandan y las posibilidades económicas de la familia lo consienten de unos cuantos más. La de la foto superior, por ejemplo, cuenta con dieciocho.