Hace unos días, preparando un taller de origami para el Museo de Arte Moderno de Medellín, descubrí esta figura. El modelo surge como una simple modificación de una base pez, que en el taller usamos para hacer un pingüino que, sorpresa hermosa, con solo mirar de otra forma, se transformaba y nos regalaba esta cabeza de rinoceronte.
Supongo, sin muchas dudas, que ya haya sido plegada por otros origamistas. Yo mismo he plegado otras cabezas de rinocerontes, pero ninguna tan simple como esta.
La pongo aquí, como recordatorio de la sonrisa de todos aquellos asistentes que dejaron brillar sus ojos al descubrir este modelo.
La pongo aquí, insisto, como recordatorio de que el arte también sirve para que nos brillen los ojos.