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Cabeza de Vaca, descubridor de las cataratas del río Iguazú

Por Manu Perez @revistadehisto

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Cabeza de Vaca, descubridor de las cataratas del río Iguazú

Cabeza de Vaca, descubridor de las cataratas del río Iguazú

Pocas veces ofrece la Historia personajes tan extraordinarios como el español Alvar Núñez Cabeza de Vaca, soldado primero, explorador después, preso, esclavo y médico de indígenas y finalmente gobernador del Río de la Plata. Una vida tan fructífera y repleta de hechos destacables no es susceptible de ser reproducida en el escaso espacio de este artículo, razón por la cual el mismo versa  sobre uno sólo de esos episodios: el descubrimiento de las cataratas de Iguazú.

Las cataratas de Iguazú se hallan dispuestas en una forma que parece una gran J inversa. En la margen derecha se encuentra el territorio brasileño, el cual posee poco más de un 20% de los saltos de dichas cataratas; y del lado izquierdo se hallan los saltos argentinos, los cuales conforman casi un 80% de las cataratas.

Nacido en Jerez de la Frontera en torno a 1490 y tras servir, siendo casi un niño, en la casa de los Duques de Medina Sidonia, partió como tesorero y alguacil mayor en la expedición de Pánfilo de Narváez, a quien el Rey le había encargado la exploración de  la costa del Golfo de México.

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Primer viaje a América

Durante aquel viaje en la expedición de Narváez recogió las primeras observaciones etnográficas sobre las poblaciones indígenas del Golfo de México, escribiendo una libro titulado “Naufragios” considerada la primera narración histórica sobre los territorios que hoy corresponden a Estados Unidos;  fue publicada en 1542 en Zamora y en 1555 en Valladolid, y en ella describe sus vivencias y las de sus tres compañeros  con los que atravesó a pie el suroeste de los actuales Estados Unidos (Alabama, Misisipi, Luisiana, Texas, Nuevo México y Arizona)  y el norte de México.

Segundo viaje a América: Iguazú

Cabeza de Vaca regresó a España en 1537, pero no para descansar y pronto la problemática situación de la exploración del Río de la Plata con un Pedro de Mendoza enfermo desde su partida de España y unos indígenas hostiles le brindarían una nueva oportunidad tras relegarle Hernando se Soto en la opción de ser el nuevo Adelantado de la Florida, y así el 15 de abril de 1540, la Corona firmó una  Capitulación  permitiéndole la conquista de las provincias del Río de la Plata, “desde dicho río hasta la Mar del Sur, con más de 200 leguas, desde donde termina la gobernación de Almagro, hasta el estrecho de Magallanes”, siendo nombrado segundo Adelantado del Río de la Plata.

A finales de 1540 zarpó de Cádiz la expedición compuesta por tres navíos, 46 caballos y cuatrocientos hombres  que le llevaría al sur del continente americano. Cabeza de Vaca llegó  a Santa Catalina (actual Santa Catarina en Brasil); allí, prácticamente al desembarcar,se encontró con dos monjes franciscanos  – el cordobés Bernaldo de Armenta y el canario Alonso Lebrón – que huían perseguidos por indígenas a los que habían destruido unos ídolos. Tras lograr pacificar el asunto, llegaron unos españoles de Buenos Aires que les informaron de las muertes de Mendoza y Ayolas y del ascenso al poder de Martínez de Irala, el cual se encontraba en Asunción (Paraguay), una ciudad que fundada por Juan de Salazar se encontraba a unas 350 leguas de allí.

A la vista de la situación Cabeza de Vaca decide que debe prestar los socorros encargados en Asunción y decide enviar las naves a Buenos Aires y exploradores para buscar un camino por tierra, los cuales volvieron a los tres meses y medio informando que había que atravesar sierras, montañas y territorios despoblados hasta llegar a tierras con gente señalando que “la entrada más segura y cercana por un río arriba que se dice Ytabucú”.

La buena predisposición de los guaraníes encontrados a acompañarlos y guiarlos persuade a Cabeza de Vaca para iniciar la marcha, lo cual hace con éstos, 260 hombres (el resto se había ido a Buenos Aires con los barcos), los 30 caballos supervivientes y los dos franciscanos. Atravesaron durante 19 días grandes montañas talando árboles para abrir camino hasta que desfallecidos encontraron indígenas que les proporcionaron comida a cambio de unas camisas que Cabeza de Vaca les ofreció, operación que se repitió en muchas ocasiones durante el camino toda vez que la capacidad negociadora del comandante español, su forma cordial de tratar a los indígenas y la curiosidad de éstos por los barbudos y sus caballos llevó durante la marcha a familias y tribus enteras a salirles al paso para efectuar intercambios hasta que finalmente llegaron al río que buscaban: el Iguazú,

Las cataratas

Sabiendo ya que el Iguazú daba al Paraná y que  por éste se llegaba a Asunción, Cabeza de Vaca se dirigió río abajo construyendo canoas para los heridos y caminando el resto de los hombres y los caballos por la ribera hasta que a finales del mes de enero un gran estruendo los paralizó a todos: las cataratas, momento que es narrado por Cabeza de Vaca en sus “Comentarios” de la siguiente forma:

<<da el rio vn salto por vnas peñas abaxo, muy altas,

y da el agua en lo baxo de la tierra tan grande

golpe que de muy lexos se oye, y la espuma del

agua, como cae con tanta fuerça, sube en alto dos

lanças y mas, por manera qne fue necessario salir

de las canoas y sacallas del agua e llevarlas por

tierra hasta passar el salto >>

Tras el arduo trabajo que es de suponer les llevó sortear las cataratas continuaron río abajo sin otras dificultades que no fueran las de comer solo piñas y gusanos y por el Paraná llegaron a Asunción.

El conflicto: Martínez de Irala

Pero Cabeza de Vaca había llegado como gobernador y no como conquistador y su afán por priorizar la administración del territorio por encima de la búsqueda de míticos tesoros le trajo conflictos con  capitanes y colonos españoles establecidos en Asunción que instigados por Domingo Martínez de Irala se opusieron a la autoridad del gobernador; a pesar de ello llevaría a cabo con éxito expediciones al oeste del río Paraguay y norte y sur del Pilcomayo.

El conflicto pasó de larvado a abierto y así en abril de 1544, los asunceños se rebelaban e Irala quedó como dueño de la situación y al negarse a  reconocer su autoridad, Cabeza de Vaca fue encarcelado y aislado e incluso sufrió un intento de envenenamiento. Los amotinados destruyeron todos los documentos acreditativos de su gestión e intimidaron a otros pobladores para obtener confesiones contra el Adelantado.

El final

Cabeza de Vaca llegaría a España en 1545, siendo encarcelado de nuevo y procesado en un juicio eterno que duró 8 años, en el cual presentó como base de su defensa el texto que luego sería su segunda obra escrita, “Comentarios”, en el cual, de forma cronológica, explicaba su versión de los hechos.

Finalmente se dictó sentencia condenándole a destierro permanente de las Indias bajo pena de muerte y a servir a Su Majestad durante cinco años en Orán, aunque en 1552 se revisó la misma anulando el pronunciamiento sobre Orán. El resto de sus días los pasó en España, desconociéndose si como prior de un convento o como juez en la Real Audiencia de Sevilla, Tampoco se conoce ni la fecha ni el lugar de su muerte.

Autor: Ignacio del Pozo Gutiérrez para revistadehistoria.es

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Bibliografía:

Alvar Núñez Cabeza de Vaca, “Naufragios; Comentarios”, Planeta- Agostini, 1996

María Isabel Molina, “Alvar Núñez Cabeza de Vaca”, Editorial Cantábrica, 1972

Sonia Bailini, “Los comentarios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca: crónica americana de una utopía europea”. Editorial Archipiélago, 2008

Roberto Ferrando, “Alvar Núñez Cabeza de Vaca”, Historia 16, 1987

Parte de Portada: Ilustración de Craig Mullins

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