Cabeza fría, corazón caliente
Cuando tenía esa edad dónde el acné campaba por sus anchas y pensaba que las mujeres tenían grapas a la altura del ombligo, una de mis aficiones era jugar a baloncesto. Era algo sano, conocías gente, y si lo practicabas con la suficiente constancia al final te torcías un tobillo o te dislocabas un dedo al recibir un mal pase. El caso es que la práctica de este deporte me ha servido para aprender algunas ideas sobre la gestión de empresas y equipos, todas ellas resumidas en frases y expresiones que todo entrenador que se precie usa y recicla para las generaciones venideras: tocar líneas, defensa, tensión, balance defensivo, etc…
Una de las frases de esa época y que ha venido a mi presente cruzando las brumas de la memoria es un clásico: Cabeza fría, corazón caliente. Para los que no hayáis pasado por la experiencia de practicar algún deporte, la traducción al lenguaje popular es que hay que esforzarse al máximo pero manteniendo la perspectiva de lo que estamos haciendo.
Esta frase viene pintiparada en empresas donde todos trabajan como descosidos para hacerla crecer, y lo consiguen, pero en vez de reflexionar hacia dónde van y que implica el crecimiento que han experimentado, siguen esforzándose al máximo en aumentar en dos cifras los indicadores de crecimiento de la semana pasada. Han conseguido la mítica curva logarítmica de crecimiento en clientes, pero ahora no tienen ni el músculo financiero para financiar el crecimiento ni la estructura para abastecer a todos esos clientes. El resultado es un absoluto desastre, clientes desabastecidos, proveedores enojados, facturas sin poder pagar y pedidos cancelados por retrasos inaceptables.
Es importante tener siempre presente hacia dónde queremos ir y porqué estamos trabajando como si no hubiera un mañana. Tener claro el camino que hemos decidido tomar y que implicaciones comporta para poder reaccionar siempre a tiempo, y llegado el caso, frenar el crecimiento, la inversión en I+D o en internacionalización para poder consolidar el estado de la empresa y poder fijar nuevas metas y caminos a conseguir.
La historia de empresas que han desaparecido por no saber gestionar los tiempos, los esfuerzos y los criterios de velocidad es más grande de lo que parece. Como decía un amigo mío, la proactividad sin control no tiene futuro, el futuro primero hay que diseñarlo y después trabajar para llegar a él.
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