
Es esta una ruta de cabezonería. De esas en las que un día de relax tumbado en la playa con la cerveza en mano, comienzas a otear más allá del lineal horizonte azul, girando la vista hacia el interior. Y es cuando un respetable promontorio surge detrás de los rectilíneos bloques de edificios que colapsan la primera línea de playa. Ya no habría vuelta atrás.