Revista Opinión

Cabo Verde, la historia de un pueblo sin Historia

Publicado el 25 septiembre 2018 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Cuando los portugueses llegaron a Cabo Verde en 1460, se encontraron unas islas que no tenían mucho que ofrecer, aparte de sus paisajes espectaculares y playas kilométricas. En las islas no había ningún recurso natural o mineral de valor y su clima seco y árido imposibilitaba la agricultura convencional. Su posición geoestratégica sí era de gran importancia, ya que podía servir de punto de partida para la exploración del continente o como puerto transitorio hacia América o Asia, pero Portugal quería convertir Cabo Verde en una colonia rica y próspera, que generase riqueza por sí misma para la metrópoli y ofreciese una alternativa a todos aquellos ciudadanos portugueses dispuestos a hacer los mares. Esto parece difícil de conseguir en unas islas sin apenas recursos, pero Portugal vislumbró rápidamente la solución.

El tráfico de esclavos

Para fomentar la ocupación de las islas y su desarrollo, la Corona portuguesa otorgó a todos los colonos permisos para traficar con esclavos que vivían en la isla de Santiago; rápidamente, esta actividad se convertiría en el principal motor económico de las islas. El centro neurálgico del comercio de esclavos fue la capital por aquel entonces, Ribeira Grande —actual Cidade Velha, ‘ciudad vieja’—, la primera ciudad construida por europeos en las colonias tropicales. Los barcos negreros desembarcaban allí con centenares de esclavos provenientes de las costas de Guinea y Sierra Leona, que se vendían a los colonos en lo que se ha definido como “hipermercados” de esclavos a cielo abierto, una auténtica compraventa de seres humanos que marcó por completo la Historia del país y que tuvo su mayor auge en el período que transcurre desde el siglo XVII hasta la abolición de la esclavitud en las islas, en 1876.

Cabo Verde, la historia de un pueblo sin Historia
Anuncios para vender y alquilar esclavos en la isla de Fogo. Fuente: Museo de São Filipe

La mayoría de estos esclavos eran forzados a continuar su viaje con destino a América, pero muchos se quedaron y comenzaron a poblar el país. Cabo Verde no tiene una población genuinamente autóctona, ya que fue descubierto deshabitado, pero ya entre estos esclavos que se quedaron se pueden rescatar los primeros signos de la memoria colectiva caboverdiana. Es entonces cuando surge la lengua criolla de Cabo Verde como forma de comunicación entre esclavos de diferentes orígenes, una lengua que los esclavos llevarían consigo a América y que daría lugar al resto de las lenguas criollas en las colonias francesas e inglesas del continente americano.

Con el fin de la esclavitud, Cabo Verde perdió parte de su importancia, pero ni mucho menos lo perdió todo. Muchos barcos siguieron navegando por sus aguas, con la única diferencia de que, en vez de esclavos, ahora transportaban petróleo. Sin embargo, la situación de los caboverdianos seguía siendo terrible. Los colonos disponían a sus anchas de la riqueza del archipiélago mientras el resto de gente malvivía en la miseria. Solo entre 1900 y 1950 hubo siete grandes hambrunas que mataron a unos 300.000 caboverdianos, una situación que obligó a miles de ciudadanos a emigrar a la metrópoli y a Europa.

En 1926 se instaura la dictadura en Portugal y muchos de los que se quedaron solo vieron una salida: la lucha. En los siguientes años se sucederían las revueltas populares y enfrentamientos violentos, que molestaron mucho a la dictadura. El régimen de Salazar aumentó la represión contra los rebeldes y miles de caboverdianos fueron condenados a trabajos forzados en Santo Tomé y Príncipe —a los que cantaba Cesaria Évora, su artista más reconocida— o en los campos de concentración construidos en el propio Cabo Verde.

La represión dio alas a los rebeldes, que rápidamente se hicieron con el apoyo popular. Mientras tanto, en Lisboa, en la Casa de Estudiantes del Imperio (CEI), se iban juntando y formando muchos estudiantes provenientes de las colonias portuguesas que pasarían a ser figuras fundamentales en las luchas anticoloniales contra el Imperio portugués. De entre ellas, una destacaba especialmente: Amílcar Cabral. Nacido en Guinea Bisáu de padres caboverdianos, Cabral fundó el Partido Africano por la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC), que buscaba liberar ambos territorios de la dominación a la que estaban sometidos y construir un nuevo orden social sin explotación. Querían independizarse, pero no solo de los portugueses.

Cabo Verde, la historia de un pueblo sin Historia
Algunos de los líderes anticoloniales más importantes que pasaron por la CEI. Fuente: João Portelinha

La lucha de un pueblo

Para que cualquier lucha independentista triunfe, es imprescindible que el pueblo tenga una identidad nacional, un sentir común que una a sus integrantes bajo una misma cultura y costumbres. En un país como Cabo Verde, donde existían colonos y colonizados, amos y esclavos, blancos y negros, conseguir esa unidad era simplemente imposible. Tampoco era eso lo que buscaba el PAIGC, que desde el principio dejó claro que estaba con un solo bando: el de los oprimidos. Inspirado por comunistas como Rosa Luxemburgo o Alvaro Cunhal, Cabral hizo del concepto de pueblo una de sus principales armas políticas e ideológicas; analizando las raíces de la dominación, acabó encontrando la base de la identidad caboverdiana y guineana y consiguió juntar a la mayoría de la población bajo la bandera de la independencia y el socialismo.

Con el PAIGC al frente, los rebeldes fueron volviéndose cada vez más intrépidos y decididos; infligieron cada vez mayores golpes al ejército portugués y consiguieron el apoyo de la comunidad internacional, de manera que cuando Cabral fue asesinado en 1973 ya no había vuelta atrás en la independencia. Sin embargo, el asesinato de Cabral fue un golpe durísimo para el PAIGC, que perdió de un plumazo a su líder e ideólogo. La unidad ideológica revolucionaria fue perdiéndose poco a poco y mucha gente se conformó con la independencia y dejó de lado las conquistas económicas y sociales que Cabral soñó para su pueblo.

Cabo Verde, la historia de un pueblo sin Historia
Amílcar Cabral con Fidel Castro. Fuente: Havana Times

El 5 de julio de 1975 se proclamó la independencia de Cabo Verde y pasó a ser gobernado por el PAIGC, que como partido binacional dirigió conjuntamente Guinea Bisáu y Cabo Verde, algo que ocurría por primera vez en la Historia. De hecho, la idea era que Cabo Verde y Guinea se unieran en un mismo país, hasta que en 1981 un golpe de Estado en Guinea provocó la división entre los dos países y también entre las dos ramas del PAIGC, del que surgió el Partido Africano por la Independencia de Cabo Verde (PAICV), que limitaba su acción a este país. Desde la independencia, el PAICV gobernó como partido único, pero la ineficacia de sus políticas y la caída del bloque soviético lo obligaron a aceptar un sistema multipartidario y en 1991 celebró unas elecciones en las que saldría perdedor.

En estos quince primeros años de independencia, el PAICV nacionalizó importantes sectores de la economía, como la pesca o los bancos, y llevó a cabo varias reformas agrarias y forestales que consiguieron mejorar la producción de comida, a pesar de la sequía y del poco suelo cultivable —apenas el 10% de la superficie terrestre—. Sin embargo, al nuevo país le faltaba casi todo: infraestructuras, personal formado, industria, carreteras… y el PAICV no pudo o supo satisfacer esas necesidades con la urgencia que le reclamaban desde las calles. La llegada del liberal Movimiento para la Democracia (MpD) eliminó cualquier rastro de cabralismo en el Estado: supuso la privatización de muchas empresas públicas y la apertura de Cabo Verde a los mercados internacionales, requisito fundamental de organizaciones como la Organización Mundial del Comercio o el Fondo Monetario Internacional.

Desde entonces, se han ido alternando en el poder el MpD y el PAICV, sin que ninguno de los dos consiga mejorar significativamente la situación del país. En estos años, el PAICV ha ido abandonando la mayoría de las ideas marxistas de su fundador y pasando a abrazar la socialdemocracia, las privatizaciones y, en definitiva, la economía de mercado. Así las cosas, Cabo Verde ahora intenta que las inversiones extranjeras impulsen la economía nacional y generen riqueza para la población, pero no está tan claro que los inversores busquen lo mismo. Por el momento, esta política ha motivado la vuelta de viejos conocidos al archipiélago —Europa—, pero también la llegada de nuevos socios —China—.

Cabo Verde, un caramelito

Que Cabo Verde no tenga muchos recursos no significa que no exista potencial alguno. En un país con más de 700.000 km2 de zona económica exclusiva, está claro que tiene que haber tesoros por alguna parte, y uno de los más importantes está sumergido bajo el agua. La pesca ha sido históricamente uno de los principales recursos de Cabo Verde y es doblemente esencial por la poca capacidad agrícola de las islas. Desde el primer día que llegaron los humanos, las aguas caboverdianas han alimentado a sus gentes con pescado fresco, y no necesitaban más que una pequeña barca para recogerlo. Hoy en día, con todos los avances tecnológicos de los que se disponen, el acceso al pescado se ha convertido en un desafío para los pescadores tradicionales, que han visto cómo los grandes pesqueros europeos y chinos, sedientos de caladeros después de esquilmar los suyos, ocupan sus aguas y se llevan la mayoría de los peces. Los acuerdos de pesca con otros Gobiernos o instituciones, como China o la UE, ceden los derechos de explotación de las aguas caboverdianas a cambio de prácticamente nada y dejan a la población sin pescado y sin beneficios.

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Extensión marítima de Cabo Verde. Fuente: SBSC

Otro de los sectores más importantes del país —y probablemente el que tiene más potencial— es el turismo, que ya es el sector que más aporta al PIB nacional. Las aguas tropicales y los paisajes volcánicos atraen a cada vez más turistas, lo que ha llevado a la construcción de multitud de complejos hoteleros —de propiedad extranjera—. Localizados en algunos de los puntos más bonitos del país, los complejos solo permiten el acceso a aquellos que puedan pagar sus precios, entre los que no suele encontrarse la población local. Estos guetos de turistas, que generan ingresos millonarios para las empresas que los poseen, convierten en bienes de su exclusiva propiedad muchos de los lugares más valiosos del archipiélago. La que permite esto es una de las instituciones más corruptas del país: Cabo Verde Inversiones (CVI). Este organismo, dependiente del Ministerio de Economía, aprueba los proyectos de inversión extranjeros e intercede ante el Gobierno para conseguir la concesión de tierras y licencias.

El ejemplo más sangrante lo tenemos en la isla de Boa Vista, una de las más bellas y frágiles del país. Allí se aprobó en 2001 la construcción de un megacomplejo hotelero; sin embargo, el inversor no estaba satisfecho con la comunicación de la isla, ya que los turistas tendrían complicado llegar al hotel. Presentó su reclamación ante CVI, que convenció al Gobierno de que había que construir un aeropuerto internacional en la isla, de apenas 6.000 habitantes. Y allí se construyó, gracias en parte a la inversión de dinero público y a pesar de prioridades aparentes como un 30% de la población en situación de pobreza extrema.

De un tiempo a esta parte, el PAICV y MpD han ido limando sus diferencias hasta el punto de que, en asuntos como las inversiones extranjeras, sus políticas son prácticamente iguales. La venta de los principales activos del país se ha convertido en una constante desde hace más de dos décadas, tiempo más que suficiente para que los caboverdianos comprueben que ninguna de estas concesiones mejora sus condiciones de vida, ya que no llegan a ver el dinero. Ello, unido a unas sequías cada vez más largas y extremas —actualmente están inmersos en la mayor sequía desde 1977 y ya es común que pase más de un año sin llover—, ha hecho que muchos caboverdianos viesen la emigración como único camino hacia una vida mejor.

Unos vienen, otros se van

Cabo Verde tiene diez islas, pero la población conjunta de todas ellas apenas llega a la mitad de la población en la diáspora, llamada “la undécima isla”: un millón de emigrantes frente al medio millón que habita Cabo Verde. La emigración ha sido uno de los sellos de identidad del país desde incluso antes de prohibir la esclavitud y está siempre presente en su memoria y cultura. Además, los envíos de dinero por parte de los emigrados constituye una parte fundamental de la economía nacional —aproximadamente el 10% del PIB—.

Es tal la magnitud e importancia de la emigración para el país que el Gobierno creó el Ministerio de Comunidades, encargado de cualquier asunto relacionado con la emigración. Era el reconocimiento oficial con el que asumía la relevancia de la diáspora no solo en la economía, sino también en la cultura o la política. Para los partidos políticos son fundamentales, ya que la mayor parte del millón de emigrantes tienen derecho a voto, pero el peso que tienen en su Historia es aún mayor.

Cabo Verde, la historia de un pueblo sin Historia
Distribución de la diáspora caboverdiana por el mundo. Fuente: Immutable Mobiles

Referentes de la lucha anticolonial como Cabral estuvieron en la diáspora y trajeron ideas nuevas del exterior, pero este proceso se dio en prácticamente cada ámbito de la realidad caboverdiana. Su música es el vivo ejemplo de la mezcla de estilos y culturas en la que se han visto envueltos los caboverdianos. En general, la mayoría de los emigrantes se han integrado muy bien en los países de acogida —entre los que destacan EE. UU. con 250.000 caboverdianos, Portugal con 140.000 y Países Bajos con 40.000— y no tienen pensado volver en un futuro cercano, pero esperan que su país algún día sea un lugar del que nadie necesite huir para tener una buena vida.

Mientras muchos caboverdianos se marchaban sin saber si volverían, en el camino se iban cruzando con otro grupo de gente con una diáspora aún mayor que la caboverdiana: los chinos. Como sucede con otros muchos países africanos, China ha sabido convertirse en uno de los socios más importantes de Cabo Verde: ha construido gran parte de la infraestructura moderna del país —desde la Asamblea Nacional hasta universidades— y posee varios proyectos grandes en marcha. Cabo Verde también tiene los ojos puestos en albergar uno de los puertos de la nueva Ruta de la Seda china y ya se está posicionando para ser uno de los elegidos cuando China continúe el proyecto en la costa occidental africana. Para ello, se ha mostrado lo más acogedor posible con las iniciativas chinas en su territorio, como la recientemente aprobada construcción del primer megacasino del país en Praia.

Sin embargo, con los proyectos chinos puede suceder lo mismo que con la pesca o el turismo: que no les sirva de nada a los caboverdianos. Poco importan las cantidades millonarias que se puedan invertir si el proyecto entero está destinado exclusivamente a generar riqueza para los inversores. El resultado de este tipo de políticas está a la vista: los caboverdianos no disfrutan de sus recursos, no reciben nada por perderlos y se destina dinero público a iniciativas que no les hacen ningún bien.

Por mucho que Cabo Verde no tenga recursos muy valiosos, las inversiones realizadas demuestran que el país tiene potencial suficiente como para que cada caboverdiano tenga la oportunidad de salir adelante por sí mismo. Su situación ha cambiado mucho desde los tiempos de la esclavitud, pero es hora de que la Historia sea justa con un pueblo alegre y trabajador y le permita ser completamente libre. La independencia fue un paso, pero, como dijo Amílcar Cabral: “Una revolución social no termina cuando se alza la bandera y se interpreta el himno nacional”.

Cabo Verde, la historia de un pueblo sin Historia fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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