Roberto Malaver
¡No me piques con cuchillo pícame con tenedor! El jueves, en la manifestación por la batalla final, tuvimos la frustración más grande que el gigante verde. Después de echarle bolas de todas partes del país para llegar a Caracas por aire, tierra y mar, y muchos que se vinieron de Panamá, Colombia, Miami y más allá de más nunca, vino el secretario general de la coordinadora democrática, vulgar Mud, y leyó el manifiesto del cacerolazo, y todos nos quedamos viendo las caras de fracaso generalizado. Una vaina que todavía nos tiene turulatos.Después, en la noche no hubo un carajo, es decir, los pocos que tocaron cacerola lo hicieron con más arrechera por la Maldita Mud, como comenzamos a llamarla desde aquel día, y el llamado a cacerolear fue un fracaso más que nos metimos entre pecho y espalda. Y después vino el peo de la cantidad de gente. Coño, el secretario ejecutivo abrió la bocaza y dijo que allí estuvimos un millón cien mil personas, qué bolas, el carajo no sólo se engaña a sí mismo, sino que pretende engañarnos a todos, ni que en esa vaina hubiesen estado mil argentinos, que cada uno vale por mil, llegábamos a un millón de amigos.
El manifiesto leído por el secretario no solo traía cacerolazos, también trajo una vaina de parada por diez minutos que nadie entendió, pero que todos sabían que se debía hacer frente a las oficinas del CNE. Después que nosotros pelamos bolas llamando en abril al referéndum, ahora le queremos echar la culpa al CNE, pero sucede que los carajos decretaron día libre el día que nosotros los íbamos a joder, y nosotros nos quedamos sin saber qué hacer con los diez minutos de stop, o parada, o detente, o como que se llame. Es decir, vamos de ridículo en ridículo, y menos mal que la gente nuestra no nos ha mandado para el carajo de una vez, aunque ya están empezando a hacerlo con esa etiqueta de la Maldita Mud, que de paso, estuvo de primera a nivel mundial en una vaina que llaman tendencia o TT, o sea toma tu tomate.
Después de la toma del este de Caracas, el chavismo andaba más feliz que el carajo por el fracaso nuestro, y Maduro se fue a Margarita, y allá le montamos una vaina rara con un cacerolazo en un pueblo que llaman Villa Rosa, y que ni Embajada Radonski sabe dónde queda, y dijimos que había jodido a una mujer, y listo, a las redes, a tuitear ese vaina por todas partes, y échenle bolas desde el exterior, y nuestros medios internacionales, a los que nunca le vamos a poder pagar todo lo que han manipulado a nuestro favor, salieron a publicar esa noticia contentísimos, y el chavismo comió casquillo y lo jodimos bien jodido, para que respete. Y por ese momento todo el mundo se olvidó del fracaso de la toma del este de Caracas, y Villa Rosa para acá y para allá. Después llamamos a un nuevo cacerolazo para apoyar a Rosa Villa, que así es como debe llamarse ese pueblo, como Pancho Villa, y pelamos bola otra vez, a nadie le gustó esa vaina y el fracaso se nos vino encima con carnaval y comparsa.
El papá de Margot llegó con una copia del manifiesto que el secretario ejecutivo de la coordinadora democrática leyó en el este del este cuando la toma, y dijo: “¿Qué vaina nos tocará hacer la semana que viene?”. Y leyó y se arrechó y tiró el manifiesto contra la pared y se fue al cuarto y le metió su coñazo a la puerta tan duro que un vecino grito: “Ahora sí arrancó el cacerolazo”.
- Tócame la campana. – Me canta Margot
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