Revista Coaching

Cada cosa en su sitio y…

Por Antonio J. Alonso Sampedro @AntonioJAlonso

Cada cosa en su sitio

Dicen que todo en nuestra vida tiende recurrentemente al desorden y es muy posible que así lo sea. Ante ello, cada cual es muy libre de elegir como afrontar esta situación: si dejándose embarulladamente llevar o llevándose deliberadamente hacia otro lugar.

En mis pensamientos cotidianos nunca olvido aquel cartel que, en los años sesenta, presidia una de las dependencias de producción del que entonces era nuestro negocio familiar. Escrito con sugestivos caracteres blancos sobre fondo azul ultramar decía… “Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa”. Para un curioso niño de seis o siete años no podía haber misterio alguno más revelador.

Pero, ¿el desorden puede estar justificado por alguna razón…?. Tras varios años de búsqueda e investigación he llegado a la conclusión de que sí hay una común razón: nuestra propia autojustificación.

Nadie, pero nadie, duda de que el desarrollo de los procesos de actuación tanto personal como profesional siempre se beneficia por la observancia de la organización. Se trata de una ley de ámbito universal cuya probatura cuenta con miles de años de constatada efectividad. Ahora bien todos, pero todos, somos presas de una indolencia natural que nos invita remolonamente a continuar dejando las cosas como están en la esperanza de que todo ya se arreglará. En definitiva, soñamos con que un día abriremos el armario y milagrosamente este nos presentará su interior bien ordenado, por supuesto sin nuestra previa y fatigosa intervención.

Recientemente en el programa de Levante TV, “Crono”, ya lo testimonié: Un maratón se finaliza con éxito, no el día de la carrera, sino en todos los días de su preparación. ¿Alguien defendería que el entrenamiento no exige organización?. ¿Qué resultados podemos esperar de una preparación que estuviera basada en esa improvisación que determina nuestra fluctuante predisposición al esfuerzo y al dolor?. ¿Hay alguna justificación a dejar a la suerte el destino de nuestros propósitos y lo que es peor, nuestra misma vida abandonada a la mera especulación?.

No, no y no. Y el orden es sin duda el mejor garante de ese equilibrio necesario que nos reposa el ánimo cuando se agolpan los propósitos o las obligaciones de realización. Sentir que casi todo se encuentra bajo un cierto control se configura como el paso previo a cualquier desarrollo exitoso de un complejo trabajo o de una simple actuación. Renunciar a esto es tanto como admitir que a la dificultad intrínseca de nuestra vida queremos añadirle más por nuestra consciente y equivocada decisión.

No me escondo, necesito el orden para vivir y vivo el orden con serena naturalidad. Y sin miedo al qué dirán, pues es muy cierto que una forma de exorcizar los males propios es condenar las virtudes ajenas y así a los que somos vocacionalmente ordenados se nos instala en imaginarias patologías que secretamente para sí las quisieran esos mismos que hipócritamente condenan nuestra esforzada ejemplaridad.

Desde mi niñez comprendí que no hay como saber dónde buscar para llegar a encontrar…

Saludos de Antonio J. Alonso


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