Cada día es una sorpresa, no sabemos lo que nos espera.
Una emergencia, un nacimiento, una cesárea, un niño muy grave…
Cuando te encuentras con alguien con lepra, le saludas,
le das la mano y le abrazas no pasa nada.
No es lo mismo ver una persona que ya murió,
que ver cómo una persona va de la vida a la muerte.
Gambo te roba el corazón, lo que nos hizo quedarnos en Gambo
que las gente nos hizo sentir como en casa.
Yo he podido escribir mi historia y me pregunto por qué
las niñas y niños de aquí no pueden escribir su historia,
o sea, sus sueños porque ellos también sueñan.
Y para ellos es fundamental llegar vivos.
Cuando lo que tienes delante es una persona que tiene
una mirada y la madre te trae a su hija en brazos
y pidiendo que hagas algo por su hija que se está muriendo
por una enfermedad que se podría evitar,
ahí te das cuenta la gran diferencia que nos separa.
Pueden haber nacido en Etiopía o en una zona muy humilde
como es Gambo, pero tienen derecho a hacer realidad sus sueños.