Se ha notado mucho que el autor ha escrito esta novela para complacer a sus lectores, a aquellos que se habían quedado con ganas de más y a los que no había convencido el final de Contra el viento del norte. Para mi la novela terminaba más que bien, de una forma realista, y no tenía pensado leer esta segunda parte, sobre todo desde que intuí a donde me quería llevar el autor. Pero la curiosidad pudo conmigo, y al final un día mis ojos se posaron en la estantería y allí estaba haciéndome guiños para que me la llevara.
En esta novela nos encontramos más de lo mismo, lo que en la otra era novedad en esta se convierte en repetición, entonces donde esta la diferencia?... pues en las situaciones que viven los personajes en sus vivencias personales, en su forma de relacionarse, en sus actitudes. Ahí y sólo ahí radica la diferencia entre estas dos novelas.
Encontramos a un Leo menos inseguro, pero todavía con muchas dudas, incapaz de desvincularse de la relación virtual para vivir plenamente su relación con Pamela, una bostoniana con la que mantiene un noviazgo. Este se ve alterado por su relación con Emmi, por las expectativas de esta, por su constante intromisión en sus asuntos. Al final Leo termina admitiendo lo que le asustaba y es que esta enamorado de esa mujer a la que no conoce. Los correos más tiernos siguen siendo los suyos, cuando el alcohol nubla su mente, sus dedos se desatan y la verdad fluye.
Por su parte Emmi sigue jugando un poco al gato y al ratón, escondiendo muchas cosas y enseñando sólo las cartas que le interesan, los lectores nos enteramos de las cosas al mismo tiempo que Leo y parece que el escritor quiera que haya una cierta complicidad entre ambos. Emmi sigue igual de histérica, igual de perro del hortelano, ni come ni deja comer, insegura, pero al mismo tiempo queriendo lanzarse a la piscina. En una cosa Bernhard tenía razón Emmi necesitaba encontrarse con Leo para saber si le amaba realmente.
El ansiado encuentro de la primera novela se repite hasta siete veces, de ahí un poco el titulo, cada siete olas.
"Sí, aquí cuentan la historia de la indómita séptima ola. Las primeras seis son previsibles y equilibradas. Se condicionan unas a otras, se basan unas en otras, no deparan sorpresas. Mantienen la continuidad. Seis intentos, por más diferentes que parezcan vistos de lejos, seis intentos... Y siempre el mismo destino.
Pero ¡Cuidado con la séptima ola!. La séptima es imprevisible. Durante mucho tiempo pasa inadvertida, participa en el monótono proceso, se adapta a la sus predecesoras. Pero a veces estalla. Siempre ella, siempre la séptima. Porque es despreocupada, inocente, rebelde, barre con todo. Para ella no existe el antes, sólo el ahora ¿Mejor o peor? Eso sólo pueden decirlo los que fueron arrastrados por ella, quienes tuvieron el coraje de enfrentarla, de dejarse cautivar."
Aún siendo más de lo mismo, la fórmula ya no es novedosa, no pierde el enganche, los correos te arrastran, el juego de Emmi y Leo te sigue seduciendo, la información se administra en cuenta gotas y la descubre el lector a la par que el otro protagonista. La novela se lee en un suspiro, y aunque te lleva al un final que a mi no me ha gustado nada, por pasteloso, no puedo desmerecer al resto, ahora sí espero que Glattauer vuelva a innovar no se quede en una formula que ya ha desgastado.
Bernhard también tiene su momento de gloria, aunque como mera comparsa, si fue el personaje que más destaqué en Contra el viento del norte, en esta ocasión es un personaje pasivo, sabemos lo que Emmi nos quiere contar, que no es mucho.
Una lectura agradable, para pasar una tarde o como mucho dos entretenida, con una sonrisa en la boca en ocasiones y con ganas de dar un par de cachetadas a los protagonistas en otras. Mi curiosidad ha quedado saciada, pero si tengo que elegir entre las dos novelas de Glattauer me quedo sin duda alguna con Contra el viento del Norte.