Título: Cada siete olas Autor: Daniel Glattauer Editorial: Alfaguara Año de publicación: 2010Páginas: 271ISBN: 9788420406398
Tres meses después de haber leído Contra el viento del norte por fin he podido saber cómo continúa la historia de Leo y Emmi leyendo Cada siete olas. Al igual que me pasó con la primera parte de esta peculiar y virtual historia de amor, el libro sólo me ha durado dos días. Al estar escrito únicamente a través de emails esta obra tiene un ritmo trepidante que engancha muchísimo.Todo eso ha sido igual en los dos libros, pero también hay una gran diferencia. Si el primero me dejó con unas ganas tremendas de pegar a los dos protagonistas, en esta segunda parte tanto Leo como Emmi me han caído muchísimo mejor e incluso he llegado a cogerles mucho cariño. Leo ya no me ha resultado tan arrogante ni prepotente ni, sobre todo, tan cobarde, gris ni tímido. Todo lo contrario, me ha gustado comprobar que ha sido capaz de cambiar, de avanzar, de arriesgarse. Por él, por Pamela y, por supuesto, por Emmi. Ya no tiene miedo a decir lo que piensa ni lo que siente. Ya no necesita esconderse, protegerse o escudarse detrás de una pantalla de ordenador. Necesita los emails, sí, pero no por las palabras, sino por lo que significan.
Y lo mismo le ocurre a Emmi. Ya no se cree tan perfecta. Ahora es capaz de reconocer sus errores, de admitirlos y, lo más importante, de intentar superarlos. Por fin es capaz además de mirar en el interior de las personas sin dar tanta importancia al exterior, al físico. En definitiva, ahora sabe, puede y quiere valorar los sentimientos, todo lo que se esconde detrás de esa bandeja de entrada del correo electrónico. Pero lo que más me ha gustado es que Leo ha sido valiente, se ha enfrentado a Bernhard, el marido de Emmi, a ella misma, se ha atrevido a decir la verdad, a luchar contra sus miedos y sus obsesiones y a tomar sus propias decisiones, a arriesgarse, a mirar hacia el futuro sin la ayuda de Emmi o de Marlene, sólo de Pamela. Porque por fin ahora sabe que el que no arriesga, no gana. También Emmi se ha vuelto más madura, más adulta y más coherente. Se ha atrevido a hacer frente a su situación personal, su historia con Leo y con Bernhard, aunque eso significase admitir que se había equivocado, que había perdido, que su vida no es tan perfecta como ella creía o quería hacer creer a los demás. Pero, muchas veces, hay que ser muy valiente para reconocer los errores. Y Emmi lo es. Los dos tienen las ideas más claras y eso me ha gustado mucho. En este caso, al contrario de lo que me ocurrió con Contra el viento del norte, no tengo ninguna duda. La historia de Cada siete olas me ha encantado. Porque ahora Leo y Emmi se atreven a llamar las cosas por su nombre, se atreven a reconocer lo que sienten, lo que quieren y lo que no. Lo que les gusta y lo que no de sus vidas, de ellos mismos, del otro. Y así, con las cosas claras, son capaces de enfrentarse a la distancia, a la nueva relación de Leo y al matrimonio y los hijos, la vida familiar de Emmi. Y, por supuesto, se atreven también a dar el paso y verse en persona. ¿Cuántas veces? Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete... Para saberlo, tendréis que leer Cada siete olas. Esta novela me ha dejado muy buen sabor de boca, una sensación muy agradable, mucha alegría y satisfacción al ver cómo dos viejos amigos son capaces de deshacerse de sus lastres del pasado, vivir el presente y mirar hacia el futuro sin pensar en el qué dirán. Porque lo único que importa son ellos. Lo que quieren, lo que desean, lo que sienten. Y por fin lo saben. Por eso son capaces de enfrentarse a esa indómita séptima ola. Las primeras seis son previsibles y equilibradas. Se condicionan unas a otras, se basan unas en otras, no deparan sorpresas. Mantienen la continuidad. Seis intentos, por más diferentes que parezcan vistos de lejos, seis intentos... y siempre el mismo destino. Pero cuidado con la séptima ola. La séptima es imprevisible. Durante mucho tiempo pasa inadvertida, participa del monótono proceso, se adapta a sus predecesoras. Pero a veces estalla. Siempre ella, siempre la séptima. Porque es despreocupada, inocente, rebelde, barre con todo, lo cambia todo. Para ella no existe el antes, sólo el ahora. Y después todo es distinto. Pero para saber qué ocurre hay que atreverse a ser arrastrado por ella, coraje para enfrentarla y dejarse cautivar. Y para enfrentarse a lo que ocurre cada siete olas antes hay que saber cómo luchar contra el viento del norte, así que ya sabéis.