Editorial Caballo Negro. 225
páginas. 1ª edición de 2013.
Ya he comentado en el blog cinco
obras de Elvio E. Gandolfo (Mendoza,
Argentina, 1947), autor del que sólo se ha publicado en España un volumen con
dos de sus relatos: Dos mujeres (Periférica, 2011), y ya he contado aquí también
que, gracias a las redes sociales, he entablado con él una pequeña amistad en
la distancia. De vez en cuando, Gandolfo me escribe un correo para comentarme
alguna de las entradas del blog, o enviarme algún documento Word, donde me pasa
un artículo que escribió para alguna revista y que tiene que ver con el libro
que yo he comentado aquí.
Hacía más de una década que
Gandolfo no publicaba un libro de cuentos y me gustó que me transmitiera a
través del correo electrónico su alegría por este nuevo volumen (que
sobrepasaba las 200 páginas, escribía), titulado Cada vez más cerca.
Espero que cuando yo cumpla su edad siga manteniendo ese entusiasmo juvenil
hacia la literatura que siempre parece desprenderse de sus palabras.
Gandolfo le pidió a su editor de
la ciudad de Córdoba (Argentina) que me enviara un ejemplar de Cada vez más cerca, que yo recogí hace
unas semanas del buzón.
El viernes 11 de abril empezaron
mis vacaciones de profesor en Semana Santa y me fui a dar un largo paseo. Como
ya había acabado La parte inventada de Rodrigo
Fresán, me pareció que el de Gandolfo podía ser un gran libro para que
acompañara mis pasos en una mañana soleada, pasos que irremediablemente iba a
pararse en alguna terraza a tomar algo mientras leía mi estrenado libro
transatlántico.
Cada vez más cerca está formado por dieciséis relatos, algunos de
los cuales ya habían sido publicados en revistas. De hecho, yo ya había leído
uno de ellos, el titulado Un movimiento torpe, hace un par de
años, porque Gandolfo me lo envió al correo electrónico.
Cada vez más cerca se inicia con El cuerpo, un relato
realista que transcurre en dos momentos temporales del protagonista (o más bien
desde un momento presente se evoca otro pasado), y que pese a su realismo aparente
ya se filtra en él una mirada desasosegante hacia el otro o hacia la simple y
extraña realidad.
Más bien bajo, sonriente,
diminuto es uno de los mejores cuentos de este libro. Un relato de
terror de estirpe anglosajona, con una atmósfera estrafalaria muy bien
dibujada. Me ha recordado bastante a los cuentos que ya leí en Dos mujeres. Por cierto, Cada vez más cerca contiene otro relato
de terror, titulado Las negritas, que en ediciones argentinas se suele publicar
conjuntamente con Rete Caródita y Escamas, piel, los dos relatos
largos que componían Dos mujeres. Las negritas también es uno de los mejores cuentos de este libro.
Pequeño es uno de los
cuentos más cortos, y quizás el que menos me ha gustado del libro, dada su
anécdota mínima: está narrado por unos pequeños seres que habitan en el aire y
que penetran en los cuerpos de las personas hasta matarlos.
Hilo amarillo, pese a su
comienzo puramente realista, con un hombre reflexionando sobre algo tan mundano
como los baños de los bares: “No me gustan los baños de los bares.” (pág. 51),
acaba siendo uno de los cuentos más surrealista del conjunto, un cuento de
terror (o quizás no) que parece casi un sueño.
Grande, por su extensión
y el contraste que plantea su título, guarda relación con Pequeño. Aquí también nos encontramos con una anécdota mínima y al
cuento (de imaginario lovecratfiano) le falta (para mí) algo de desarrollo.
En Los pasos en las huellas
Gandolfo nos acerca al policial (con algo de crítica política) metáfisico, con
un espía –muy a lo Paul Auster- que
sigue la vida de un vecino de su barrio, cuyos movimientos anodinos le acaban
pareciendo al protagonista de Los pasos
en las huellas más interesantes que los suyos propios. Un buen relato
policial también sería Caballero estafador, que empieza con
una reflexión metaficcional del propio autor: “Un antólogo amigo me invitó a
participar en su nuevo libro. Era así: relatos basados en crímenes reales.”
(pág. 111). Y en Caballero estafador
nos encontramos con otra de las virtudes de este libro: la de comenzar a leer
un relato de un género -en este caso, realismo metaficcional- que se va
transformando en un relato de otro género, que en este caso sería o bien un
relato negro o bien picaresco. Un gran relato, en cualquier caso.
Clasificación sería otro
ejemplo de lo comentado en el párrafo anterior: un cuento que empieza siendo
una cosa, una narración metaficcional, en la que el autor reflexiona sobre los
libros que más le gustan, y como este gusto fluctúa con el tiempo (Interesante
lista de libros de nivel 1: El gran Gatsby de Scott Fitzgerald, Ethan Frome de Henry James, Edith Wharton, Kafka, Felisberto Hernández, Macedonio Fernández, Roberto Arlt, W. G. Sebald, Thomas
Bernhard o Guimaraes Rosa), y
luego, en un juego borgiano, al contarnos el resumen de la novela de un amigo
(cuyo manuscrito perdió) Clasificación
pasa a ser un cuento fantástico: cuentos que son cajas chinas, cuentos dentro
de cuentos.
Pegando la vuelta es un
cuento de ciencia-ficción, que me ha recordado el futurismo decadente de otro
de los mejores cuentos de Gandolfo: Llano de sol, incluido en la
colección Ferrocarriles argentinos. Me hubiera gustado que Pegando la vuelta hubiese sido un cuento
más largo, o incluso una novela, porque el mundo decadente propuesto me
resultaba muy sugerente.
Contagio lento es
puramente un cuento de fantasmas. Y ya hacia el final de Cada vez más cerca aparece alguno más: Los amigos (el último del
libro) es un relato que empieza siendo puramente realista, un homenaje de un
hijo traductor (que parece un trasunto del propio Gandolfo) a su padre, famoso
arquitecto, porque después de muchos años va a conseguir sacar el número seis
de la revista de arquitectura que había convertido al padre en un mito. Una
vuelta desde Buenos Aires a Rosario (donde vive la familia Gandolfo), que
parece empezar siendo un homenaje a la generación del padre y la celebración
del reencuentro con el pasado y que se acaba convirtiendo, de nuevo, en un
cuento de fantasmas. Algo en la composición alegórica de este cuento me ha
recordado a los cuentos de Fogwill,
que era amigo de Gandolfo.
Contacto es un divertido
cuento que empieza siendo político (con un militar bastante desagradable de
protagonista) y que se acaba convirtiendo en un cuento de ciencia-ficción serie
B.
Un movimiento torpe (el
cuento que ya había leído) es un cuento meramente costumbrista, de anécdota muy
sencilla, que no me parece a la altura de algunos de los cuentos que ya he comentado
de Cada
vez más cerca. Además, para cuento costumbrista habría que quedarse con
El
tango y Tito Lamónica, que es el más largo del libro, y que con el
dibujo de unos cuantos personajes de la ciudad de Rosario -el propio Gandolfo entra en la narración como
personaje- sí que directamente está concebido como un homenaje a la generación
de sus padres, un cuento que acabará en una parrillada donde el anciano
matrimonio Lamónica bailará un tango como en los viejos tiempos, un tango
verdadero a pesar de que “no habrían fascinado a ningún europeo, le sacaban al
tango toda sexualidad espectacular y barata.” (pág. 197). Este cuento me ha
recordado a alguno de los escritos por Haroldo
Conti.
Como ya me ocurrió al leer el
libro Ferrocarriles argentinos, lo que más me llama la atención al
acercarse a un libro de relatos de Elvio E. Gandolfo es su heterogeneidad. Uno
nunca sabe hacia dónde va evolucionar cada uno de sus relatos después de leer
las primeras frases, porque el relato acabará siendo fantástico, de terror, de
ciencia-ficción, onírico, o puramente costumbrista, o lo que es mejor; puede empezar
pareciendo que es una cosa para acabar siendo otra. Así que el lector avisado
de la forma de escribir de Gandolfo inicia cada uno de sus cuentos como si se
tratase de una aventura, donde los elementos comunes serían, casi
exclusivamente, un sentido del humor libérrimo y la sensación de extrañeza ante
el mundo contemplado. Y esta aventura libre y gozosa a la que invita cada
composición de este libro me parece que es profundamente original y por tanto
literaria.
Como ya he dicho en otras
ocasiones: es sorprendente que Elvio E. Gandolfo tenga solamente un libro con
dos narraciones publicado en España, cuando sus libros de relatos, que
reinventan de forma divertida y libre los géneros narrativos trascendiéndolos,
le convierten en uno de los más destacados escritores de relatos de la lengua
española en la actualidad.